viernes, 31 de octubre de 2025

Hay que saber irse a tiempo

Hay que saber irse a tiempo. No es fácil, lo sé. La sabiduría y la prudencia son dos virtudes, y los hábitos buenos hay que ejercitarlos. No siempre hay un adónde ir, pero saber dónde no hay que quedarse ya es un paso valioso.

En septiembre me ofrecieron el retiro voluntario de la Honorable (¿?) Cámara de Diputados de la Nación. Luego de casi 20 años ahí, me ofrecían la posibilidad de irme con una indemnización. La plata era un señuelo, más en estos tiempos donde ya no recuerdo lo que era llegar a fin de mes sin endeudarme. Pero no iba a dejar que mi decisión fuese solamente económica, y me puse a pensarlo, charlarlo con gente cercana que me quiere, y rezarlo mucho.

Cuando ingresé a Diputados en abril de 2006, lo hice convencido de que la política es una herramienta de transformación de la realidad, una de las formas más altas de la caridad, una de las maneras de mejorar la vida de las personas, las comunidades, especialmente las más vulnerables, perjudicadas y desfavorecidas. Veinte años después sigo creyendo lo mismo, a pesar del ejercicio concreto de quienes toman las decisiones y las ejecutan.

Ingresé con mucha ingenuidad, altas expectativas y esperanza. Las dos primeras las fui perdiendo en el camino y la última, si bien ya no está intacta, sigue presente… porque es lo último que se pierde. Asesoré, aprendí, mejoré, me formé, milité, fui candidato, incidí en varios proyectos que terminaron siendo textos legales de nuestro marco normativo, y hasta puedo decir que fui actor fundamental en una ley vigente en nuestro país. También me pasó factura la política partidaria, con sus luces y sombras.

Lo cierto es que en septiembre nos ofrecieron, solo por ese mes, la posibilidad de irnos de manera voluntaria con algo de plata a cambio. Consulté las condiciones el primer día, pero terminé decidiéndome recién el último. Sin certezas. Con mucho riesgo. Sin red laboral donde caer, pero con la fe como bandera. Las ofertas laborales, y las entrevistas que tuve, terminaron corroborando mi intuición inicial.

Hay que saber irse a tiempo. No es fácil, pero lo hice. Voy a extrañar personas, y me llevo recuerdos de épocas mejores. Pero siempre rezo por poder discernir de la mejor manera la voluntad de Dios en mi vida, y hoy tengo paz y alegría con el camino elegido. “Vivimos a una decisión de cambiar el rumbo de los acontecimientos”, escribí en el primer capítulo de “Vale la pena”. Bueno, eso hice y se materializa hoy, en este último día de trabajo en la HCDN. Una decisión que tiene que ver con lo vocacional, con el sentido, con los proyectos, con los sueños. Una decisión muy importante, una más en este hermoso 2025 que vino a cambiarme la vida… para mejor. Para seguir siendo feliz y valioso. Que así sea.


 

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