sábado, 18 de diciembre de 2010

Toma de Tierras, Xenofobia, Pobreza y Pensamiento Crítico

Estaba dispuesto a escribir sobre los conflictos suscitados en los últimos días, y me encontré con este texto. Decidí compartirlo en mi blog porque adhiero a sus palabras, y sumarlo como aporte a dos escritos personales que datan de 2007:
¿Qué pasa con las Villas? I
¿Qué pasa con las Villas? II

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Yo pago mis impuestos

Supongamos que tengo un departamento en Capital. Para comprarlo, entre otras cosas, tomé un préstamo bancario. Y pago mi impuesto inmobiliario (ABL) que no llega a... pongamos cien pesos por mes. Al mismo tiempo pago Edesur/nor, Metrogas, Aguas Argentinas, lo que quiere decir que tengo agua, cloacas, luz y gas. Por mi esquina pasan varias líneas de colectivos. A pocas cuadras está el subte y si pido un taxi o llamo a la ambulancia, vienen hasta la puerta de mi casa, porque la calle es asfaltada, está iluminada y el barrio es uno de esos comunes de la ciudad, tan seguro o inseguro como cualquier otro.

Para mí, a poco que lo analice, es obvio que si tengo un departamento y pago mis impuestos es porque tuve acceso a una cantidad de derechos que sólo son ejercidos cuando uno ha podido –por razones de su origen de clase, las más de las veces– quedar dentro del sistema y gozar de sus beneficios. Es así que tengo esta casa porque pude obtener un crédito y pude obtener un crédito porque tengo un trabajo en blanco, con sueldo suficiente (los créditos implican una cuota que no puede exceder el 30% de los ingresos) y suficientes años de antigüedad, por mencionar sólo dos de los requisitos más importantes a la hora de pedir un préstamo.

Esto solo ya me ubica entre un porcentaje reducido de población y, por lo tanto, en un lugar de privilegio que me obliga a reemplazar el tan mentado “yo tuve que sacrificarme para pagar una hipoteca” por el “yo pude (tuve la suerte o el privilegio) de poder tener un préstamo hipotecario y comprar una casa”. Digo privilegio y lo digo con premeditación y alevosía, apoyándome especialmente en lo que la palabra trae (privilegio es ley privada, o sea, no general sino relativa a un individuo específico, o a un grupo, y supone el permiso para realizar una actividad garantizada por otra persona o gobierno). Los préstamos suelen ser escasos, difíciles de conseguir, inaccesibles, caros, y se ofrecen esporádicamente. No son para todos, sino para pocos, por eso “privados” y también por cuanto son muchos los que quedan “privados” de esa posibilidad.

La situación no es diferente si alquilo. Alquilar supone también una serie de requisitos: entre ellos el de presentar una garantía propietaria en Capital, que no es sencilla de obtener, a veces, ni siquiera para una contundente clase media de inobjetable porteñidad.

Si toda esa gente que hoy acampa en el Parque Indoamericano pudiera obtener créditos blandos con requisitos posibles de cumplimentar, probablemente en vez de pagar cuatrocientos pesos por una habitación miserable en una villa, accedería a una vivienda propia en condiciones dignas. Aunque tuviera que abonar el impuesto en cuestión. Cabe aclarar que el acampe en el Parque no es similar a una semana de vacaciones en Villa La Angostura y que los incidentes que dejaron heridos y muertos no se parecen a un rappel o un canopy entre los árboles del bosque.

Así que pagar impuestos implica que estoy en pleno ejercicio de mis derechos, no al revés. No estoy en inferioridad de condiciones y esto contando sólo con el impuesto inmobiliario, el específico de la temática de la vivienda, porque si es por los otros impuestos, el IVA por ejemplo, que tributa sobre los artículos de primera necesidad, lo paga todo el mundo, tenga los ingresos que tenga, tenga bienes o tenga males... Y afecta más, obviamente, al que menos tiene.

Pero lo que hay debajo, lo que subyace a esta posición de “yo pago mis impuestos y trabajo tantas horas y soy de acá y no quiero que vengan otros, que no trabajan, que no pagan impuestos, unos extraños (extranjeros en un sentido del término) a disfrutar de lo que apenas si puedo conseguir yo, que sí me lo merezco”... es que el acceso a la ciudad no es un derecho de los pobres. Los pobres (y en esto no importa mucho si son argentinos o extranjeros) que se queden en sus lugares... y si se mueren de hambre, problema de ellos.

Uno puede acordar con que la toma de un lugar no es el procedimiento “correcto”. En eso acuerdan hasta los que la llevan a cabo. Pero la toma no es el origen, es el final de un proceso; es efecto, no causa. El origen está en los gobiernos que no consideran política pública prioritaria la construcción de vivienda social, la radicación organizada, permanente y con inversión de villas y asentamientos, su transformación en barrios confortables, accesibles, que cuenten con todos los servicios y que además sean, en lo posible, arbolados, floridos, coloridos, bellos.

¿Y por qué tiene el Estado que hacerse cargo? Porque la construcción de vivienda en el Buenos Aires de hoy está regulada pura y exclusivamente por el mercado inmobiliario, al que sólo le importa vender mucho y al más alto precio, y no tiene entre sus objetivos resolver la temática de la vivienda como problemática de política social (es decir, garantizar el acceso a la vivienda a todo habitante de la ciudad). Considerando, además, que ese mercado construye viviendas, algunas muy lujosas, que se cuentan de a miles y que están vacías... mientras el problema habitacional de la ciudad crece y crece. Por eso, porque el mercado no va a resolver esta cuestión, es el Estado quien debe ocuparse y limitar incluso las apetencias de ese mercado y ponerlo en caja para que no tome para sí todas las tierras disponibles ni construya sólo para los que tienen dinero.

Por eso y porque la vivienda es, fundamentalmente, un derecho, no (o no sólo) una mercancía.

El pensamiento crítico supone el análisis de las diferentes variables que intervienen en una situación, relacionar unas con otras y evaluar esa complejidad pudiendo arribar a conclusiones o a emitir opiniones que tengan un mayor acercamiento a alguna verdad posible. La experiencia personal no puede ser el referente máximo del pensamiento, porque tiene corto alcance, se funda en el desconocimiento y suele estar plagado de creencias y prejuicios.

Volviendo a Soldati. Ya se ve que la toma no es el procedimiento pulcro, democrático y civilizado que es de esperar para resolver problemas. Sobre todo las tomas organizadas por los pobres, porque las “tomas” de empresarios, terratenientes, periodistas, militares, etc. (las tierras usurpadas a los Qom en Formosa; las tierras que incorporó Biolcatti a la ya extensa superficie de su propiedad, cerrando dos caminos públicos en Carlos Casares; los terrenos del Ferrocarril “vendidos” por monedas a prestigiosos vecinos del barrio Parque –Gianfranco Macri, Mariano Grondona, entre otros- que de ese modo adosaron a sus propiedades el 80 y el 100 % de sus superficies originales, etc.) no han concitado el hervidero de opiniones racistas, clasistas y xenófobas que brotan como frutos de verano por estos días frente a la ocupación del Indoamericano. Es que parece que cuando la que roba es gente con glamour, se soporta mejor.

Y por último, claramente, los derechos de los pobres no suelen ocupar, en general, el primer lugar en las agendas de los poderes públicos, ni tampoco ser acompañados por los pulcros ciudadanos cuyo argumento es que pagan impuestos. Y después de todo, la historia humana ha mostrado una y otra vez que los pobres solo se vuelven visibles y consiguen algo cuando irrumpen, incomodan y molestan a los poderes y a los pulcros.

Estela Calvo, 13 de diciembre de 2010.

Publicado en Río Bravo

lunes, 18 de octubre de 2010

¿Soy Kirchnerista?

En los últimos meses, ante la mayoría de mis opiniones políticas, me preguntan, con tono de reproche, si soy kirchnerista. Harto de explicar mi posición a cada uno que me interroga, me decidí a escribir este artículo.

La respuesta, en principio, es sencilla: NO. No soy kirchnerista. Sin embargo, debo reconocer mi simpatía, desde lo simbólico, por gran parte del discurso K.
En el 2003 voté a Néstor Kirchner. En el 2007 no voté a Cristina Fernández de Kirchner, y quizás esté arrepentido. No descarto, ni aseguro, votar al kirchnerismo en el 2011.

No trabajo para el oficialismo. No cobro subsidios. No recibo bolsones de comida, ni planes sociales. Lo aclaro de entrada, porque son lo argumentos que suelen exhibirse para desautorizar opiniones favorables al kirchnerismo.

No me agradan muchos de los funcionarios oficialistas, algunos por su formación ideológica y otros porque están justificadamente sospechados de corrupción. No comparto todas las medidas que tomaron, y creo que a veces han equivocado la estrategia.

Lo que sí me entusiasma es el discurso que me gusta catalogar como justicialista de centroizquierda. Adhiero al Movimiento Nacional, Popular, Humanista, algo que representa simbólicamente el kirchnerismo. Me enamora el proyecto que tiende a la integración de la Patria Grande Latinoamericana, junto con Correa, Lugo, Lula, Evo, Mujica, Chávez, Ortega. Y suscribo los tres pilares peronistas: independencia económica, soberanía política y justicia social.

Con aciertos y errores, este Gobierno volvió a instalar el debate sobre algunos temas de esos que ya no aparecían en la agenda pública(da), revitalizando la idea de que la política es una herramienta privilegiada para transformar la realidad. Se metió con temas urticantes, tocando intereses poderosos. Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, Derechos Humanos, renovación de la Suprema Corte de Justicia, Asignación Universal por Hijo, Estatización desprivatizadora (por ponerle un nombre que englobe varios frentes), crecimiento del PBI, descenso del desempleo, de la pobreza, de la indigencia, etc., etc., etc.

Se le critica el desprecio por la República, el avasallamiento de las Instituciones, las “malas formas”. Si respetar las Instituciones de la República significa mantener el statu quo, yo no me considero un republicano. Sí me considero un demócrata, pero no en los bastardeados términos actuales sino en un sentido más profundo: que sea el Pueblo quien tenga el poder, quien gobierne. Y digo el Pueblo, no la gente y menos los consumidores.

Si existiese un kirchnerismo crítico, quizás me de una vuelta por ahí. Pero no existe. El kirchnerismo no acepta críticas, y posiblemente sea la única manera de sobrevivir a los embates de la oposición y, principalmente, los medios masivos de comunicación (específicamente los grupos hegemónicos).

Hay mucho por corregir, mucho por mejorar, mucho por hacer. Posiblemente el Gobierno esté tomando medidas más por conveniencia que por convicción. A esta altura, no es lo importante. Desde las bases debemos militar esas causas para presionar, para “correrlos por izquierda” como se suele decir. Es fundamental la batalla por la llamada Ley de Medios, ya que estamos ante una oportunidad histórica (quizás la última). Se debe profundizar el modelo de distribución de la riqueza, de justicia social, de un país para todos donde nadie quede afuera.

¿Soy kirchnerista?. Por ahora, no.

jueves, 15 de julio de 2010

Matrimonio Civil entre Personas del Mismo Sexo V

Reproduzco la intervención del Senador Samuel Cabanchik en el debate sobre la ley de Matrimonio Igualitario (14/07/2010). La comparto porque, para mí, es una clase de política y filosofía.

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Señor presidente: creo que, efectivamente, estamos ante un debate político en el sentido más puro de la palabra, porque cuando ni siquiera están compartidos los términos mismos del problema sobre el que discutimos, cuando la formulación misma de la cuestión sobre la que tenemos que legislar muestra un diferendo, es decir, cuando incluso sobre el lenguaje que utilizamos hay una disputa y esa disputa se genera como en este caso –o sea, toma la dimensión de un conflicto tan profundo–, creo que estamos ante un problema político. Por eso, debemos tomar una decisión también política, que naturalmente se trasunta en una consecuencia jurídica que, a su vez, tiene sus propias consecuencias. Con esto también quiero decir que ni la ciencia por sí misma ni la apelación a las leyes de la naturaleza, ni los dogmas de fe, ni ninguna otra consideración naturalizada a través de las tradiciones ya incorporadas en los sistemas de creencias de sectores enteros de nuestra sociedad, pueden resolver un diferendo que, como digo, está planteado en términos políticos. Por eso, me voy a permitir formular por mí mismo lo que considero es el problema sobre el cual tenemos que legislar; por supuesto, sin la ilusión de que la formulación del problema que yo dé sea la formulación para todos. Pero, como digo, cada uno da, de hecho, las suyas. Reducida a sus términos centrales, despojados de toda retórica, creo que es justo decir que lo que estamos teniendo que legislar es sobre si la diferencia, la condición, la inscripción de los individuos en el orden sexual es relevante para tener derecho al matrimonio civil.
Por ejemplo, algunos senadores preopinantes han afirmado que la homosexualidad y la heterosexualidad son condiciones diferentes y que, entonces, cómo vamos a tener una misma legislación para ambas condiciones; pero eso es una petición de principio. Es decir, no estamos discutiendo la homosexualidad o la heterosexualidad no entendidas como categorización de las personas sino como clasificaciones estadísticas del orden sexual. En esos términos, obviamente, la diferencia es lo primero que se reconoce. Hoy no habría disputa política sobre esta cuestión si no partiéramos del reconocimiento de ese hecho. No estamos disputando acerca del hecho de la diferencia, estamos disputando acerca de su valoración a los fines de reformar la ley de matrimonio civil o no. Por lo tanto, creo que cualquier fundamentación del voto que apele a la reafirmación de que lo diferente es diferente, a más de ser una verdad tautológica, no puede dar fundamento al voto que se requiere. Como digo, no pretendo que esto sea una verdad absoluta. Es mi modo de formular el problema y eso es parte de la cuestión política planteada. Está muy claro que la apelación a la fe se vuelve irrelevante para discutir la ley de matrimonio civil. Paulatinamente, se ha desarrollado un profundo debate a lo largo de la feliz discusión que ha habido en las audiencias públicas. Felicito a la senadora Liliana Negre de Alonso por la tarea realizada. Felicito a este Senado y me enorgullece pertenecer a él por el hecho de que estamos dando un debate serio. La comisión ha ido a nueve provincias, además de estar debatiendo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Me parece que la ciudadanía ha participado, ha tenido la oportunidad de participar. Hemos estado escuchando todas las voces, todos los sectores. Por eso, considero que estamos en condiciones y casi diría que es nuestro deber, a esta altura, resolver políticamente el diferendo, que es político. Es claro que tampoco se puede apelar a leyes de la naturaleza. Además, es paradójico que muchas de las apelaciones a las leyes de la naturaleza provengan de la Iglesia Católica –esto lo digo con el máximo de los respetos– que, justamente, en la condición del sacerdocio, podemos decir que se celebra un matrimonio a través de la fe con Dios. Sin embargo, es algo que va –en todo caso– en contra de la misma naturaleza a la que se apela para justificar la exclusividad de la heterosexualidad como derecho a celebrar el matrimonio civil. En este caso, la ciencia podría estar a favor. En realidad, yo he leído muchos reportes científicos de revistas psicoanalíticas, psiquiátricas y de pediatría internacionales que han mostrado que no hay una sola investigación –o si las hay, son minoritarias– que demuestre que los niños criados por parejas homosexuales tengan mayor dificultad, estadísticamente relevante, respecto de los niños criados por parejas heterosexuales. Sin embargo, no diré que por eso –por ese dato de la ciencia– estaría a favor de sanción de Diputados porque, en realidad, lo que creo es que el debate es político, como dije. Entonces, tampoco la ciencia por sí va a resolver esta cuestión. En realidad, creo que debemos insertar el debate que tenemos en términos del proceso creciente de secularización que muchos aspectos de la vida humana muestran a lo largo de la historia a partir de un pasado en el cual había un predominio teológico sobre dichos aspectos. Así, el término “secularización”, que yo preferiría reemplazar por “mundanización”, ha servido para designar la pérdida de propiedades de la Iglesia –ese es un elemento económico de esa historia–, también para designar la progresiva independencia del poder político respecto del poder eclesiástico –ese es un aspecto político del proceso de secularización–, y también para referirnos a la pérdida de peso cultural de la iglesia en el mundo contemporáneo. Claro que esto tiene matices, distintos acentos en diferentes países, regiones, etcétera. Pero hablando en términos generales, también en el ámbito cultural se ha producido este proceso, como también en los hábitos sociales, en las instituciones. Incluso, en ésta de la que estamos hablando: el matrimonio. Ya las referencias históricas que algunos senadores han hecho y que yo retomaré en breve así lo muestran. Finalmente, incluso en el aspecto religioso, puede decirse que la institucionalidad religiosa pierde cierto peso dentro de la sociedad aunque conserva, naturalmente y por justo derecho, su parte; así lo sostiene la vida espontánea de la sociedad. Por eso digo que estamos dentro de un proceso de secularización que nos toca en la Argentina como le toca a todo el mundo. Si es bueno o malo el proceso de mundanización al que me estoy refiriendo, de hecho, yo no estoy en condiciones de responder eso. Nadie está en condiciones de responderlo. Además, decir que es bueno o que es malo no lo va a detener. Son muchas las cuestiones que este diferendo político pone en juego. Por ejemplo, está la cuestión de la adopción. Pero hablemos claro: la posibilidad de adoptar –porque más que nada, el derecho es del niño y la obligación es del Estado en esa materia–, la habilitación para adoptar no discrimina sexualidad hoy en las leyes argentinas. ¡No veo cómo podría ser un avance de nuestra legislación en materia de derechos hacer explícita una discriminación que hoy no existe! Por defecto, hoy, nuestro Código Civil no permite que haya matrimonios civiles entre personas del mismo sexo; pero si legisláramos en el sentido, por ejemplo, del proyecto de mayoría de unión civil estaríamos agravando las circunstancias. Además de los detalles que ya el senador Guinle señaló, estaríamos haciéndolo por el hecho de que se haría explícita una discriminación que hoy es sólo por defecto. Podríamos señalar la pertinencia de muchos datos jurídicos en esta materia; pero me voy a limitar a uno que también proviene de la Corte Europea de Derechos Humanos. Creo que ya ha sido suficientemente aclarado que, de ninguna manera, el fallo que se ha citado implica nada relevante para lo que estamos discutiendo. Porque del hecho de que la Corte dijera que no es de su incumbencia o de su jurisdicción obligar a ningún Estado de la Unión ni a ningún Estado en general a “tal” o “cual” legislación no se infiere nada para lo que estamos discutiendo. En cambio, sí se infiere algo respecto de lo que estamos discutiendo en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Por ejemplo, el artículo 9°, ahora dice, en cuanto al derecho a contraer matrimonio y a fundar una familia, que se garantiza el derecho a contraer matrimonio y el derecho a fundar una familia según las leyes nacionales que regulen su ejercicio. Ha desaparecido, o no hay en esta legislación, la distinción hombre-mujer, que es lo que está en cuestión aquí. Hay un fallo de 2002, que es muy relevante para lo que estamos discutiendo. Se trata de un fallo sobre un caso del Reino Unido: el de Christine Goodwin. En resumen, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en esa sentencia, ha declarado que la imposibilidad de que un transexual contraiga matrimonio con una persona del sexo al que pertenecía antes de la operación de cambio de sexo –y que resulta del hecho de que, desde el punto de vista del estado civil, son del mismo sexo porque la normativa del Reino Unido no permite el reconocimiento jurídico de su nueva identidad sexual– constituye una vulneración de su derecho a contraer matrimonio.
En sus considerandos, la sentencia dice que, reexaminando la situación en 2002, la Corte observa que por el artículo 12 se encuentra garantizado el derecho fundamental para un hombre y una mujer de casarse y de fundar una familia; pero el segundo aspecto –el de fundar una familia– no es una condición del primero [disculpen, pero mi lectura es sobre la base de una traducción que estoy haciendo], y la incapacidad para una unión de concebir o de criar un niño no sería así razón para privarlo del derecho de contraer matrimonio. No está convencida la Corte de que se pueda hoy continuar admitiendo que sus términos implican que el sexo debe ser determinado según criterios puramente biológicos. Desde la adopción de la Convención, la institución del matrimonio ha sido profundamente transformada por la evolución de la sociedad, y los progresos de la medicina y de la ciencia han entrañado cambios radicales en el dominio de la transexualidad. La Corte nota igualmente respecto del artículo 9° de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea –que leí anteriormente y adoptado recientemente– que en él se descarta –y no puede ser sino deliberado esto– el artículo 12 de la Convención, en el que se excluye la referencia al hombre y a la mujer. Este sí es un antecedente relevante de la Corte de Derechos Humanos de la Unión Europea, porque va al punto exacto que hoy estamos discutiendo. La miembro informante del dictamen de la mayoría, haciendo referencia a lo expuesto por una de las participantes de las audiencias públicas, la doctora Medina, señalaba ciertos problemas verificados en la sanción de la Cámara de Diputados. Sin embargo, la diputada Vilma Ibarra, autora de dicho proyecto, ha alcanzado –creo que a todos los senadores; al menos, yo lo he recibido– un listado con las respuestas punto por punto respecto de las objeciones planteadas. Voy a pedir permiso para insertarlo, porque me parece importante que consten todas esas respuestas concretas. Pero ahora quiero referirme a una de ellas. Todos los argumentos de esa intervención –o casi todos– son retóricos y, entonces, se hace algún uso sofístico de ellos. ¿Por qué? Por una sencilla razón: se interpreta que el genérico “padres”, que permanece en el Código Civil en muchos artículos no modificados por la sanción de la Cámara de Diputados, tiene como consecuencia la “invisibilización” de la madre y de la mujer. Pero eso es, cuanto menos, retórico y, en el peor de los casos, sofístico, porque allí, el término “padres” está usado genéricamente. Es increíble que se esté interpretando que allí “padres” significa dos hombres, cosa que es absolutamente absurda. Por lo tanto, casi toda esa línea argumental se destruye, simplemente, aclarando este punto. Se ha hablado de la historia. Es siempre importante tener la perspectiva histórica, sobre todo, de la historia argentina. Ya se ha hecho referencia a cómo era la ley de matrimonio en el Código Civil de Dalmacio Vélez Sarsfield. Respondía a la época. Hoy sería anacrónico pretender escribir lo mismo. Esto es un poco como en el cuento “Pierre Menard” de Borges: escribir exactamente hoy el Quijote sería escribir otro libro. Hoy, escribir el Código Civil que escribió Vélez Sarsfield sería escribir otro Código, porque han cambiado los significados; han cambiado también las situaciones que se codificaban en él y para lo que se legislaba. Es muy importante advertir que recién en 1888, en la presidencia de Juárez Celman, se sancionó esta ley de matrimonio civil, que superó dos cosas de años anteriores. Primero, el primer matrimonio civil que pudo celebrarse en la Argentina –creo que fue en la provincia de Santa Fe– sólo entre aquellos que ya habían contraído matrimonio por iglesia. Es decir que había una restricción tan grande en esa época en nuestro país –estamos hablando de 120 años atrás– que sólo los que ya habían sido casados por iglesia podían casarse por civil. Luego, se modificó, pero sólo los católicos podían casarse por civil. Hasta que finalmente, en 1888, se tuvo una ley de matrimonio civil más inclusiva. ¿No estamos agregando un capítulo a ese progreso en nuestra ley de matrimonio civil al incluir ahora la posibilidad del matrimonio celebrado entre personas del mismo sexo?
Estoy tratando de redondear, pero todos hoy nos hemos excedido un poco en el tiempo. Les voy a proponer un ejercicio imaginario en estos momentos. A veces, los argumentos –y estoy tratando de argumentar– pueden ser ilustrados por experimentos mentales. Entonces, les voy a proponer el siguiente experimento mental. Supongamos que todos nosotros, de golpe, hemos decidido hacer una reunión de Legislación General en una sociedad –por razones obvias, creo que se va a entender por qué la llamo así- denominada “LeGeBiTTi”. Lo hago con un poquito de imaginación, tomando las siglas que se refieren a todas las posibilidades de ordenamiento sexual hoy en día. En “LeGeBiTTi” lo que pasa es lo siguiente: sólo se pueden casar los que tienen la misma condición sexual, porque para procrear, hay que hacerlo fuera del matrimonio. Supongamos que “LeGeBiTTi”, por razones de su propia tradición mítica, mitológica, tiene esas estructuras sociales, exactamente en espejo opuestas a las nuestras. No, no exactamente; pero digamos que es una variante contraria a lo que estamos proponiendo acá. ¿Qué le diríamos a las autoridades de “LeGeBiTTi”? ¿No les diríamos que, si en esa sociedad hay una minoría que reclama el derecho a ser casado pero entre diferentes sexos –es decir los heterosexuales– tienen que darles ese derecho? ¿No diríamos que es injusto limitar el derecho en “LeGeBiTTi” a que sólo se casen los homosexuales? Es claro que nosotros argumentaríamos racionalmente con las autoridades de esa comunidad imaginaria para sostener que deben dar el derecho a aquellos pocos heterosexuales de “LeGeBiTTi” a quienes se les ocurrió algo tan raro como casarse; que les den ese derecho. Eso muestra que si flexibilizamos a través de nuestra imaginación nuestra mente, vamos a entender que lo que estamos discutiendo no debe ser dramatizado como lo estamos haciendo. Esta legislación va a hacer mejor a nuestra sociedad porque va a dar respuesta a las muchas angustias, a las muchas carencias de derecho que tienen muchos que hoy necesitan esta respuesta legislativa. Esto no va a promover cola de homosexuales para casarse y luego adoptar. Eso sólo puede existir en un fantasma –diríamos– neurótico de gente que, por ahí espontáneamente, por ahí con autenticidad, está respondiendo pero desde el dogma y el prejuicio, y no desde la razón a la que apelo. Finalmente, quiero decir dos cosas más. Una: creo que, además, damos una respuesta no solamente a aquellos que reclaman por los derechos. Estoy pensando en ese joven o en esa joven que, en la pubertad o en la adolescencia, está definiendo su orientación sexual; que la ha descubierto. Porque no es una elección voluntaria. No es deliberado. No se elige ser homosexual o heterosexual como se elige un postre u otro. Entonces, ese joven ¿no se va a sentir mejor; no va a tener mejores relaciones humanas con su entorno, con su familia, siendo miembro de una sociedad que ha igualado el matrimonio para todos? ¿No estará más al abrigo en la esfera pública? Creo que vamos hacia una sociedad mejor, hacia una sociedad en la que la determinación de homosexual y heterosexual puedan entenderse solamente como algo del pasado una vez más. Me permito terminar mi alocución – ahora sí – leyendo sólo el final de un libro de Osvaldo Bazán: Historia de la homosexualidad en la Argentina. Él imagina una situación –como yo imaginé lo de “LeGeBiTTi”–, donde un joven le dice a los padres: “Viejos, quería decirles que estoy de novio”. “¡Qué alegría, nene!”, le dice uno de los padres, y agrega: “¿Con un chico o con una chica?” “Algún día va a ocurrir…”, dice optimista Osvaldo Bazán, y agrega: “Me gustaría estar ahí. Por eso escribí este libro, porque la homosexualidad volverá a ser lo que nunca debió dejar de ser: nada”.

domingo, 11 de julio de 2010

Matrimonio Civil entre Personas del Mismo Sexo IV

Por Ignacio Blanco, Marcelo Ciaramella,
Eduardo de la Serna *

Ante el surgimiento de temas conflictivos en la sociedad, en medio de los debates, vemos que con mucha frecuencia las voces que se atribuyen a “la Iglesia” aparecen del lado de los que se niegan a “lo nuevo”, los que tienen miedo a la libertad, los que quieren que nada cambie. Es cierto que con mucha frecuencia hay quienes quieren mostrar la “peor cara” de la Iglesia, es cierto que no siempre “lo nuevo” es “lo mejor” y que caminar caminos de libertad supone andar rumbos que a su vez nos hagan libres. Por eso, como miembros activos y plenos de la Iglesia, un grupo de curas de la diócesis de Quilmes quisiéramos formularnos algunas preguntas. No pretendemos tener todas las respuestas, pero sí creemos que interrogarnos nos ayuda a pensar con libertad y con paz.

- Ante el clima de intolerancia, y en muchos casos de actitudes verdaderamente dignas de las peores Cruzadas, movidas por preocupantes fundamentalismos bíblicos, filosóficos y antropológicos, nos preguntamos: ¿Se puede seguir afirmando que la homosexualidad es una “enfermedad”, y desde una comprensión prejuiciosa de la misma, condenar tal identidad y sus eventuales derechos civiles? ¿Cuáles serían los argumentos serios, razonables y académicos para sostener semejante afirmación?

- Ante el planteamiento de que un eventual matrimonio entre parejas del mismo sexo atenta contra la “ley natural”, nos preguntamos: ¿A qué se llama “natural” en estas discusiones? ¿No estará aquí una de las dificultades para poder clarificar este debate? “Ley natural”, “naturaleza”, “orden natural”, ¿no son expresiones a ser revisadas y actualizadas? ¿Pueden entenderse estas expresiones de manera absoluta, fijista y sin la dinámica propia de nuestra condición humana? Si en la historia de la Iglesia se consideraba “natural” el cauce de un río y se impedía canalizarlo, o se consideraba “natural” la esclavitud, ¿no estaremos ante una concepción claramente cultural? La concepción de “ley natural”, ¿no es más propia del helenismo que de la Biblia? Cuando san Pablo afirma que “es natural en el varón el pelo corto” (1 Cor 11), ¿no es ésta una concepción evidentemente cultural?

- En nuestros barrios hay muchos pibes y pibas que nacen y crecen con madres solteras, a cargo de tías y abuelas, de gente sincera que realizando la “función materna y paterna” les garantiza el afecto y el cuidado necesario para la vida. Comedores, hogares o simplemente vecinos y vecinas que hacen gratuitamente más amplia su mesa y su casa, logran que muchos chicos encuentren “familia” (la más de las veces sin su papá biológico y, a veces, hasta sin su mamá biológica). ¿No será necesario revisar el concepto burgués de “familia”, defendido detrás de slogans discriminatorios a la condición homosexual? ¿No han generado los pretendidos “sanos” matrimonios heterosexuales (“sanos” por el mero hecho de ser “hetero”) situaciones disfuncionales, abandono de hijos, abusos y violaciones a la vida?

- Se ha afirmado que se quiere cambiar “la familia”. ¿No es evidente que “la familia” ha cambiado y sigue cambiando a lo largo de la historia? El modelo que actualmente se defiende, ¿no es propio del siglo XVIII y muy diferente de las familias de las comunidades indígenas de América o de Africa? ¿La familia polígama de “Abraham, nuestro padre en la fe”, es igual a la familia ampliada en la que convivían no sólo padres, hijos, nietos, sino también esclavos y clientes, como era habitual en el imperio romano? ¿La familia patriarcal en que la mujer era tenida por “propiedad de” un varón (¿no viene de allí el término matri monium?) es igual a la familia en la que una jovencita debe cuidar a sus hermanitos mientras su mamá trabaja porque su papá los abandonó? ¿Cuál de todos estos y los muchos otros existentes en la historia sería el término adecuado para hablar de “familia”?

- Si miramos el Evangelio de Jesús, es evidente que Reino de Dios y familia son “fidelidades en conflicto” (S. Guijarro). Jesús dedica todas sus energías y entusiasmo a predicar “el reino de Dios” y relativiza de un modo claro y evidente la familia. ¿No es sorprendente que muchas veces escuchemos y leamos sobre “la familia” como una expresión unívoca y sin relación con la búsqueda de la justicia y la opción por los pobres, propia del Reino? ¿Por qué tantos y tantas “cruzados/as” católicos/as que levantan sus voces y se movilizan no lo hacen para combatir la pobreza, la injusticia, la desocupación, la falta de salud, de vivienda digna, cosas que ciertamente “atentan contra la familia”? Si para Jesús, “el reino es lo único absoluto y todo lo demás es relativo” (Pablo VI), ¿por qué no es “el reino” el grito unánime de los “cristianos” (católicos o no) de hoy?

Si la Iglesia en su historia, en su predicación y en sus enseñanzas (Magisterio) enseña que se debe obedecer ciegamente la “conciencia”, y que el ser humano “percibe y reconoce por medio de su conciencia los dictámenes de la ley divina, conciencia que tiene obligación de seguir fielmente en toda su actividad para llegar a Dios, que es su fin” (Dignitatis humanae, Nº 3), ¿es posible, a esta altura de la historia, pretender condicionar la acción de nuestros legisladores en su labor parlamentaria con concepciones propias de la cristiandad medieval, obviando su legítima libertad de conciencia en temas tan controvertidos? Es absolutamente justo y razonable poder decir una palabra y opinar, pero pretender legislar o que los legisladores “deban” seguir dictámenes eclesiásticos, ¿no es más propio de concepciones de “cristiandad” antes que de respeto y tolerancia democráticas?

- Algunas voces eclesiásticas han reclamado un “plebiscito”. Siguiendo los propios criterios y argumentos que han enarbolado, ¿se podría plebiscitar la “ley natural”? La apariencia es que consideran que en ese supuesto plebiscito saldría ganadora su posición, ¿lo propondrían, de no creerlo?, ¿aceptarían un triunfo de la posición opuesta? Si se trata de reconocimiento de “derechos de las minorías”, ¿es sensato o justo proponer semejante plebiscito? ¿Se puede plebiscitar lo que es justo?

- Si para Jesús el Reino de misericordia, justicia e inclusión de los desplazados de su pueblo estaba por encima de toda otra concepción y valores culturales de su tiempo (la familia incluida); a la luz del evangelio del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37) nos preguntamos, ¿cómo podríamos considerarnos discípulos de Jesús sin conmovernos con entrañas de misericordia ante los hermanos y hermanas excluidos del camino de la vida y la igualdad ante la ley? ¿Podemos seguir “de largo” sin detenernos a escuchar lo que Dios nos está queriendo decir a través de tantos y tantas que se sienten “explotados y deprimidos” bajo un sistema discriminatorio?

En conciencia, queremos ser pastores según los sentimientos de Jesús, y estas preguntas son las que nos surgen en estos días.

Queremos ser Iglesia servidora del Reino, siempre del lado de los más pobres y sufrientes.

* Junto a otros quince sacerdotes de Quilmes y otras diócesis.

jueves, 24 de junio de 2010

El Desafío del Paco

Es la segunda vez que publico en mi Blog un escrito que no es de mi autoría. Pero, otra vez, vale la pena. Por el texto en sí, y por lo que significa. Y los autores son los mismos...

“EL DESAFÍO DEL PACO” (Buenos Aires, 24 de junio de 2010)

“En nuestras obras, nuestro pueblo sabe que comprendemos su dolor.” San Alberto Hurtado.

En primer lugar quiero, en nombre del Equipo de Sacerdotes para las Villas de emergencia, agradecerles su participación. Esta conmemoración ha reunido a personas de distintas procedencias, partidos políticos, y posición respecto al tema que nos convoca. Han venido personas que trabajan en los tres poderes del Estado, ya sea a nivel nacional como local, representantes de Organizaciones de la Sociedad Civil, de los Organismos del Estado que abordan las políticas de Drogas y Trabajadores de los medios de comunicación social. También participan Voluntarios, Familiares, Chicos y 1Chicas en tratamiento en el “Hogar de Cristo”, nuestro centro de recuperación. Nos hemos reunido en este colegio de Don Bosco, para pedirle a este gran santo que nos contagie su mística de cuidado de los niños y jóvenes más pobres y vulnerables. La verdad es que tenemos que reconocer con humildad y dolor que el mundo de los adultos abandonó a los chicos en situación de pobreza y los dejó en manos de “aquellos 2que no les importa nada de sus vidas y les ponen veneno en sus manos.” Vivir nuestra misión en las Villas y la experiencia que nos ha dado el “Hogar de Cristo” nos animan a transmitirles algunas convicciones que consideramos pueden ser útiles para enfrentar el desafío que el Paco presenta a nuestra Sociedad. Es importante que quede claro, no estamos hablando de las drogas en general, sino del paco en nuestras Villas.
Hace pocos días, con el equipo de curas de las villas estábamos comentando la película “Casas de Fuego” de Juan Bautista Stagnaro, que narra la epopeya del Dr. Salvador Mazza en su lucha contra el mal de Chagas. En ella aparece una carta que el Dr. Carlos Chagas envió al mismo Dr. Mazza en 1928. Agobiado por el peso del mal, le decía:
"Si desea investigar esta enfermedad, tendrá todos los gobiernos en contra. A veces pienso que más vale ocuparse de crustáceos y batracios que no despiertan la alarma de nadie"
Nos dio que hablar. El Dr. Chagas veía lo difícil que sería encontrar la salida del Mal. Todas las medidas sanitarias resultaban insuficientes frente a las dimensiones del problema. Esa enfermedad no se solucionaba simplemente con una vacuna, o un medicamento. Por cada enfermo del Mal que aparecía, detrás había una familia viviendo por debajo de la línea de pobreza, en ranchos precarios de barro y de paja. Toda la política social del país y las provincias debían acompañar a la política sanitaria. De lo contrario no habría solución. El Mal de Chagas, no era más que el doloroso síntoma de una enfermedad más profunda.
Estamos convencidos que cuando hablamos del Paco estamos hablando de un fenómeno de naturaleza similar. Si el Mal de Chagas es una ventana que exhibe la pobreza del interior de nuestro país, entonces el Paco denuncia la miseria de las grandes periferias urbanas. Hoy se escucha que el Paco llegó a la clase media y alta pero sin embargo no es tan así. Otras clases podrán consumir paco, podrán venir a la villa para hacerlo, podrá tratarse de la misma sustancia comprada en el mismo lugar. Pero el paco será entonces simplemente una droga. En nuestros barrios es mucho más… Cuando el hospital no está preparado para recibir a los chicos, cuando las posibilidades de internación están todas demasiado lejos, cuando no se tienen los documentos y no se puede hacer casi ningún trámite, cuando en la escuela ya no hay lugar para ellos, cuando el mundo de trabajo les resulta esquivo, cuando la justicia es solo el organismo que los inculpa por las consecuencias del consumo, cuando el único sitio que los recibe es la calle, cuando no hay esperanzas, entonces estamos frente al paco más terrible. No importa tanto si el paco es lo que queda de la cocaína o si no se sabe bien que es, lo más terrible es que hace explotar la marginalidad. El paco es un rostro nuevo de la exclusión, más sangriento. Entender esto es el principio de la solución. Porque si no lo captamos seguiremos pensando que con las respuestas que tenemos alcanza. No basta con los dispositivos existentes. Nadie que entienda el problema del paco en estos barrios podrá pensar que un tratamiento de recuperación puede solucionar el problema. Cuando los chicos y chicas de nuestros barrios regresan de un tratamiento se vuelven a encontrar inmersos en un mundo donde se puede consumir de día y de noche, no encuentran lugar donde no se huela o no se sienta la droga, los amigos de toda la vida siguen viviendo al lado, siguen parando en el mismo pasillo y viviendo del mismo modo, no encuentran trabajo, se encierran o deambulan, y el final va apareciendo con la fuerza de una fatalidad, sin una propuesta de vida la muerte aparece como ineludible… Para que se recuperen estos chicos hay que 3cambiar también el mundo a su alrededor.
Hablamos del paco y centramos nuestra atención en los Organismos que se ocupan de la drogodependencia. Pensamos en la Sedronar, en la Coordinación de adicciones del Gobierno de la Ciudad, en las decenas de Comunidades Terapéuticas, el Cenareso y en el Payda… Evidentemente, son los primeros que deben entender que estamos frente algo nuevo y que es necesario adaptarse; pero nadie con experiencia puede pensar que allí podrá encontrarse la respuesta. La exclusión se enfrenta haciendo lugar en la sociedad. Sin lugar en el mundo no hay recuperación posible.
En el “Hogar de Cristo”, nuestro modesto centro de recuperación barrial, nos encontramos a diario con esta realidad. Cuando caminamos por la villa, o vamos a buscar a los chicos y chicas en situación de consumo, vemos que lo más común es que piensen que ya no pueden cambiar. Sienten que todas las puertas están demasiado lejos. Que si tienen suerte y pueden empezar un tratamiento, difícilmente lo puedan terminar, y que si lo hacen es casi imposible que puedan mantenerse limpios cuando al ser dados de alta vuelven a la villa. Como no consiguen trabajo, debemos inventarlo; hacer cosas que deberían poder hacer por si mismos, abrir las puertas que la sociedad fue cerrando. Creemos que debería haber más centros así, como el Hogar de Cristo en todos los barrios. Pistas de aterrizaje desde donde los adictos puedan entusiasmarse con la recuperación y ver que es posible, puedan prepararse para un tratamiento y llegar de vuelta cuando lo terminan para organizar la vida. Centros que vayan a buscar a los pibes y no esperar a que aparezcan, porque es muchas veces nuestra ineficacia o lentitud lo que hace que descrean de las respuestas que podemos darles. Centros que reconstruyan la historia de los pibes, despedazada, hecha trizas, fragmentos de intentos, tratamientos e internaciones. Centros que le den unidad a la lucha, que hagan sentir que la misma vida es la recuperación, y que tiene sentido pelearla. El camino de la inserción para cualquier persona pobre de nuestros barrios, es largo y trabajoso, y con sendas que se pierden en el laberinto de la burocracia. Si es así para cualquiera, cuanto más difícil para este grupo marginal que presenta un alto hándicap debido a las consecuencias del consumo de sustancias, y a la larga cadena de ausencias: alimentación, salud, vivienda, trabajo, paz, integración. Reconocer el fracaso es la puerta de la salvación. Sin tomar conciencia del lugar exacto donde estamos parados con respecto al problema es imposible trazar caminos verdaderos. Por eso estamos convencidos que es necesario un exhaustivo examen de conciencia en todos los niveles. Los medios de comunicación, el empresariado, los organismos de gobierno, el poder judicial, las Organizaciones de la sociedad civil, los hospitales, la iglesia… nadie puede pensar “a mi no me toca” porque hacer lugar es responsabilidad de todos.
Como indicábamos en nuestro documento “La droga en la villas despenalizada de hecho”, en la villa los chicos se drogan en cualquier lado, en cualquier momento. Familias enteras se destruyen por esta causa, la muerte violenta es moneda corriente, cosa de todos los días. Madres desesperadas que ven que sus hijos se van muriendo de a poco. Que recorren defensorías, asesorías, organismos de gobierno, tratando de mantener encendida la esperanza, imaginando que un día serán escuchadas, y recibiendo en cambio la sordera de un Estado ausente, que los abandonó a su suerte. Siguen esperando ser escuchadas…
Cuando decimos “Estado ausente” queremos que se entienda bien. Hay muchos Médicos, Abogados, Trabajadores Sociales, Psicólogos, etc. que trabajan en el Estado y lo hacen de manera excelente, mucho más allá de su deber y es justo reconocer su labor. Pero al mismo tiempo, el Estado como Organismo esta ausente en el tema que hoy nos convoca. Esto no quiere decir que no se haga nada en materia de prevención y asistencia de la drogodependencia en general, sino que, lo que se hace en cuando al “desafío del paco” es tan desarticulado e insignificante como enfrentar a un elefante enfurecido con una gomera. Reconocer esto es el principio de la solución, que nadie se enoje. Mientras tanto se discute la despenalización, que dejaría de lado la única herramienta actual que obliga al Estado a intervenir frente a tamaña inacción. Esta discusión para nosotros pertenece a las últimas páginas de un libro. Todavía en nuestros barrios no se han escrito las primeras; ya que muchos de los niños, adolescentes y jóvenes de nuestras villas no viven sino que sobreviven y muchas veces la oferta de la droga les llega antes que un ambiente dichoso y sano para jugar, llega antes que la escuela, o llega antes que un lugar para aprender un oficio y poder tener un trabajo digno. Se acortan así las posibilidades de darle un sentido positivo a la vida. Por consiguiente más necesario que obligar al adicto a hacer tratamiento es obligar al Estado a hacerse cargo. La despenalización, las leyes, los fallos, los programas de educación y prevención, todo parece construido desde la clase acomodada. Pero para legislar, juzgar y obrar desde los pobres es necesario escucharlos, ya que desde su experiencia de la vida, que no es la que nosotros tenemos, perciben cosas que nosotros no percibimos.
Hace poco nos tocó en el Hogar de Cristo, acompañar a una mamá muy joven que no podía con su hijo, un adicto al paco que delinquía para consumir. Cuando la señora vio que el pibe hacía cosas malas, que duraría poco, que se estaba hundiendo su familia, y que sus otros hijos empezaban a imitarlo, comenzó un largo camino. Visitó defensorías, asesorías y organismos judiciales. Durante dos años trató que alguien escuchara su voz. El pibe no quería cambiar, pero en su adicción estaba arrastrando a toda la familia a la ruina. Se llevó la puerta de su casa, las ventanas, electrodomésticos, la ropa de todos. Lastimó a sus hermanos y a sus vecinos. Dos años de tragedia recorriendo lugares con la única esperanza de ser escuchada, que un juez dispusiera la internación de su hijo, aunque él no quisiera, porque ella prefería verlo internado a verlo en un cajón. Y ocurrió lo peor, al pibe lo mataron. Cuando hacíamos la misa de difuntos, ella entre lágrimas reconocía: Si me hubieran escuchado, no lo se, pero tal vez hoy no estaría muerto. Las paradojas del destino, tuvo que llevar el certificado de defunción al mismo juez que durante dos años no le prestó atención a su reclamo. Sólo Dios sabe cuantos casos así hay en nuestros barrios, nosotros damos testimonio de que son muchos. Por eso, vemos que para que nuestra legislación tenga en cuenta a los pobres, incluso para juzgar o para armar las instituciones, el primer paso indispensable es la escucha.
La escucha es apertura, lo contrario a las cerrazones dogmáticas de la ideología. Urge ponerla en práctica en este campo en que los extremos ideológicos coinciden en una falsa concepción de la libertad. Parece un sarcasmo, en los volquetes de la villa, entre la basura, hay chiquitos de diez, o tal vez menos años consumiendo paco. Hay nenas de catorce prostituyéndose, por la misma causa. Les preguntan si se quieren recuperar, los mismos que obligan a sus hijos que tienen la misma edad a ir a la escuela, al médico o al dentista. A ellos les preguntan. En nombre de la libertad, piensan que llevarlos a un hogar contra su voluntad es represión, y no entienden que la droga los hiere justamente en la libertad. Hay que vivir en la villa para escuchar su llanto, suele ser de noche, cuando llueve, cuando hace frío, cuando tienen hambre, cuando todas las dependencias del estado están cerradas. Ahí piden que se los ayude, que necesitan un hogar, recuperarse.
Hace pocos días, un pibe de nuestro Hogar de Cristo que ya intentó un montón de internaciones sin poder aguantar tres días en ninguna, estaba pensando en suicidarse. “Ya lo probé todo, y no puedo aguantar ni un poquito – decía – no me da el cuero para cambiar, lo mejor es que me vaya”. Pero se iluminó, se le ocurrió escribir una carta al juez para que por favor lo internaran en un lugar cerrado, del que no se pudiera ir. Pedía que lo medicaran si se ponía muy loco por la abstinencia. Narraba con claridad su experiencia, y entendía que necesitaba poner entre paréntesis su voluntad por un tiempo. El que interna por internar, para sacar del medio, para que el pibe no moleste; y el que no interna cuando hace falta, ambos están lejos de entender a los pibes del paco. Sólo escuchando podremos superar las antinomias ideológicas. En esta materia están de sobra. La escucha es apertura que vence a la cerrazón. Los errores de la cerrazón se pagan demasiado caros.
Nos detenemos a pensar lo que se pierde si no vemos el problema y tomamos el toro por las astas. Pierden los adictos que terminan arrastrando una vida hecha girones que habitualmente termina antes de tiempo y de modo violento; pierden sus familias, sus padres que hasta llegan a abandonar el trabajo para cuidar la casa y lo poco que tienen para protegerlo de su adicto, los hermanitos que abandonan la escuela cuando el adicto les vendió los libros, delantal y zapatillas. Alcanza mirar el Calvario que viven a diario las Madres del Paco, y todas las madres y padres, que aunque no estén organizados, recorren a diario el vía crucis de la adicción. Pierden también los hijos de los adictos – casi todos tienen hijos – que quedan expuestos a la intemperie, que muchas veces son vendidos, olvidados, abandonados en noches de gira; pierde el barrio, víctima 5
de violencias demenciales, de robos reiterados, de muertes. Cada tanto, pierde también el resto de la sociedad, cuando – cada vez más – lo peor de este mundo perverso sale del su encierro y toca a alguien de afuera, entonces la sangre tiñe las rotativas de los diarios y el tema ocupa primeras planas. Pierde el que vende, que termina enganchado, o sus hijos. Pierde el que compra, la vida. Pierde el que trabaja, el que no tiene nada que ver en el asunto, pierde el que está sano. Pierde el Estado que gasta los dineros públicos, debe hacerlo, pero no le encuentra la vuelta. Pierde la Patria, pierde a sus hijos, se está desangrando.
Con el paco perdemos todos, es mejor que nos ocupemos. Si la comunidad entera no asume su responsabilidad, esto va a resultar demasiado caro. Cuando decimos “comunidad entera” estamos incluyendo a los chicos y chicas en recuperación… ellos y ellas son los jugadores esenciales en este difícil partido. Pensábamos en un paradigma, el de la lucha contra la discriminación de personas con capacidades diferentes. Aun cuando falta mucho, la sociedad avanzó bastante en la conciencia del problema, y en muchas esquinas de nuestra ciudad hay rampas para las sillas de ruedas, en los colectivos asientos, en las oficinas y dependencias baños. La comunidad indica de este modo que se adapta para hacer lugar a personas con capacidades diferentes. Cambiar para hacer lugar, es posible porque reconocemos el problema.
La lucha contra el paco debe ser causa nacional porque es la lucha contra la exclusión. Vemos que es el mejor modo de celebrar el Bicentenario. Por último ponemos bajo la protección y el cuidado de la Virgen de Luján, Madre de nuestro Pueblo, a las familias que en nuestros barrios sufren el flagelo de la droga.

Equipo de Sacerdotes
para las Villas de Emergencia
(Arzobispado de Buenos Aires)

INVITACIÓN: Los convocamos a participar de una Jornada de Trabajo para darle continuidad al encuentro de hoy… será el próximo 18 de agosto desde las 14 hs. en Monteagudo 862 (Centro San Alberto Hurtado del “Hogar de Cristo”). Durante la misma presentaremos el mural del polideportivo donde los chicos del Hogar han plasmado con imágenes fuertes y elocuentes “el camino de consumo y el camino de recuperación”.

miércoles, 16 de junio de 2010

Matrimonio Civil entre Personas del Mismo Sexo III

Hay 4 amigos en un bar y se escucha, al pasar, esta conversación:

- Te dije que este Verón es medio maricón…
- Por lo menos ahora se va a poder casar
- No creo que pase de Senado…
- Yo pensaba lo mismo, sin embargo…
- ¿Pero vos estás a favor?
- ¿De qué?
- De que se casen los putos
- Sé respetuoso…
- Bueno, que se casen dos tipos o dos minas.
- ¿Te referís al matrimonio civil entre personas del mismo sexo?
- El matrimonio homosexual, qué tanta vuelta
- No es lo mismo. Nadie te pregunta tu orientación sexual para casarte. “Homos” y “heteros” se pueden casar, hoy en día, pero con una persona de sexo diferente…
- Entonces los homosexuales ya se pueden casar. ¿Para qué joden?.
- Porque quieren poder casarse con las personas que ellos elijan.
- ¿Y para qué eligen que le gusten las personas del mismo sexo?
- Me parece que eso no se elige, y por eso se habla de orientación sexual.
- ¿Vos me decís que ellos no eligen ser homosexuales?
- Me parece que no. Estudios actuales parecen concluir eso. De la misma manera los heterosexuales…
- Pará un poquito. ¿Vos decís que yo no elegí acostarme con la minita de anoche?.
- Yo no dije eso. Vos no elegiste que te atraigan las mujeres, pero sí podés elegir tus conductas.
- ¿Pero no te da asco que se acuesten dos tipos?
- Dos tipos me daría asco, pero dos minusas…
- Loco, en el fondo sabemos que no es normal.
- ¿Y qué es lo normal?
- Quiero decir que no es natural
- ¿Y qué es lo natural?
- Dos personas de sexo diferente “encastran” por decirlo de un modo fino…
- ¿Todo el tiempo?
- No, cuando quieren o cuando pueden.
- ¿Para vos el matrimonio es una institución para “personas que encastran”?
- Es para darle estabilidad a los hijos. Y los hijos se pueden tener “encastrando”, para seguir con tu metáfora.
- Entonces las personas estériles no deberían poder casarse. Y las mujeres después de la menopausia, tampoco. Habría que modificar el Código Civil.
- Vos sabés a lo que me refiero…
- No, la verdad que no.
- El matrimonio entre varón y mujer es una institución natural, siempre fue así.
- ¿Quién lo dice?
- La realidad
- Si hay personas del mismo sexo que se quieren casar, y ya hay países donde sucede, la realidad no lo dice.
- La historia.
- A lo largo de la historia siempre hubo personas con orientación homosexual.
- Pero son minoría.
- ¿Y qué? ¿Sólo tienen derecho las mayorías?
- Pero Dios lo quiso así.
- ¿Y cuándo te lo dijo a vos?
- Está en la Biblia…
- Hay biblistas que hacen una exégesis seria, y advierten que no se puede llegar a esa conclusión.
- Esperen. Por lo menos vamos a estar de acuerdo en que no pueden adoptar hijos.
- ¿Por qué?
- ¿Qué querés, que le arruinen la vida?
- ¿Y por qué se la van a arruinar?
- Porque son unos pervertidos, unos degenerados…
- ¿Quiénes?
- ¡Los homosexuales!
- ¿Y en qué te basas para decir eso? ¿Cuántos conocés? ¿Por qué creés que el homosexual es pervertido por ser homosexual, y cuando un heterosexual es pervertido no está vinculado con su orientación sexual?
- Pero se besan en la calle, no les importa nada.
- ¿Y vos no besas a tu novia en la calle?
- Pero es distinto
- ¿Por qué?
- Porque ver dos trolos me da arcadas…
- Y hay chicos a los que la sopa les da arcadas. ¿Qué tiene que ver tu vómito con el tema?
- Ponete a pensar: si tu hijo va a la casa de un compañero con padres homosexuales, y ellos se empiezan a tocar…
- ¿¡¿Por qué se van a empezar a tocar?!? En el caso de que lo hagan, me molestaría. Pero también me parecería desubicado que se “toquen” padres heterosexuales de otro compañerito delante de mi hijo. Además, les doy otro dato: hoy por hoy las personas de orientación homosexual ya pueden adoptar legalmente; el problema es que lo pueden hacer como solteros, y el niño o la niña quedan desprotegidos porque la pareja de su adoptante no puede darle obra social, herencia, etc.

- Para mí no hay que permitir que se casen.
- Yo creo que se pueden juntar, que hay que reconocerles algunos derechos, pero que no se llame matrimonio.
- Para mí está bien el matrimonio, pero no deberían adoptar.
- Yo estoy de acuerdo con el matrimonio y la adopción.

jueves, 27 de mayo de 2010

Matrimonio Civil entre Personas del Mismo Sexo II

El matrimonio civil entre personas del mismo sexo está prohibido en nuestro país según se desprende del Código Civil, y es lo que se pretende modificar con el proyecto que se está debatiendo actualmente en la Cámara de Senadores.
En mi primer escrito sobre el tema hice un compilado de las afirmaciones realizadas por algunos especialistas en la temática. En esta segunda exposición pretendo ir al meollo de la cuestión y dejar para futuros artículos el análisis de los argumentos más utilizados, tanto a favor como en contra, incluyendo todos sus matices.

La discusión de fondo, según mi humilde entender, es filosófica.
Si una persona cree en Dios, y está convencida que Dios quiere que el matrimonio sea entre personas de sexo diferente, evidentemente esa persona se va a oponer al proyecto en cuestión. Este argumento es religioso, pero tiene una versión laica: la ley divina se refleja en la ley natural. No está de más aclarar que quien cree realmente esto, de corazón, hace bien al obrar en consecuencia y oponerse al proyecto. Estas personas están convencidas que Dios quiere lo mejor para todos, y no solamente para ellos, y por ello quieren que se vea reflejada esta posición en la ley civil. Es una discusión que va más allá de la separación entre Iglesia y Estado, y el matrimonio como sacramento. Es su convicción, su creencia, y tienen todo el derecho a expresarse, y solicitar que se represente su posicionamiento. Quienes acusan a este grupo, por decirlo de alguna manera, de querer imponer su postura para todos, jamás podrán evitar caer en lo mismo. Toda ley es una imposición para todos, sea porque prohíbe o porque permite.
Pero dejemos de lado toda referencia religiosa. Vayamos a la llamada ley natural. Según esta posición, habría un orden natural. No sólo eso, sino que ese orden natural es cognoscible por el ser humano, al parecer de forma evidente, con intérpretes autorizados, y contrariar esa ley natural implica un mal para la humanidad. Como vemos hay muchos supuestos, y vendrán muchos más que es preciso explicitar. Según esa ley u orden el matrimonio es una institución natural, y lo es solamente entre varón y mujer, entre dos personas de sexo diferente, una con uno, fielmente, para siempre, y con el fin de transmitir y cuida la vida. Esta exigencia de la naturaleza debe ser tutelada jurídicamente. Quien crea todo esto, el paquete completo, no puede aceptar jamás que se puedan casar personas del mismo sexo, ni siquiera civilmente. Y es coherente y lógico.
Por lo dicho en los párrafos precedentes es que sostengo que la discusión de fondo es filosófica. Si se demuestran todos los supuestos enunciados que se atribuyen a una ley natural no queda mucho margen para discutir. Ahora, si esa ley natural no existe, o no es cognoscible por el ser humano, o no es tan evidente, o se cuestionan los intérpretes autorizados, o contrariarla no implica un mal, o no incluye ninguno de los supuestos enumerados sobre el matrimonio, el debate se abre.
Los que se paran en la vereda de aquellos que piensan que la homosexualidad es un pecado y/o algo malo y/o una desviación y/o algo anormal y/o una patología y/o una enfermedad, siempre se van a oponer a un proyecto como éste. Yo, gracias a Dios, ya no camino por esa vereda…
Personalmente no creo en la existencia de esta supuesta ley natural tal como se la describe. Y a partir de esta decisión fundante hay que empezar a pensar, dialogar, escuchar, compartir, intercambiar, analizar, reflexionar, proponer, sugerir, debatir… A eso nos invito.

martes, 25 de mayo de 2010

Sueño del Bicentenario…

Hoy, 25 de Mayo de 2010, se cumplen 200 años de la Revolución de Mayo, de nuestro Primer Gobierno Patrio. En este Bicentenario la Argentina necesita, los argentinos necesitamos, volver a soñar juntos un Proyecto de País:
- Nacional, Popular, Humanista, Trascendente,
- priorizando la Integración Latinoamericana, de la Patria Grande,
- defendiendo la dignidad de todas las personas,
- con una clara y valiente opción preferencial por los más pobres, enmarcada en la justicia social y el destino universal de los bienes,
- con vivienda digna, trabajo decente, educación de calidad, salud integral para todas y todos, sin hambre,
- reivindicando la Política como Vocación de Poder, poder entendido como Servicio al Pueblo, para transformar la realidad buscando, construyendo, el Bien Común,
- con Memoria, Identidad, Esperanza,
- y poniendo en acción los Valores de la Verdad, la Libertad, la Justicia y el Amor.

Hay historias que parecen sueños,
y Sueños que pueden cambiar la Historia


domingo, 25 de abril de 2010

Matrimonio Civil entre Personas del Mismo Sexo I

En primer lugar quisiera circunscribir el tema que estamos debatiendo. Tiene despacho de preferencia para ser tratado en la próxima sesión de la Cámara de Diputados un dictamen de las comisiones de "Legislación General" y "Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia" sobre el matrimonio civil entre personas del mismo sexo. El proyecto en tratamiento modifica el Código Civil en lo que respecta al matrimonio y cuestiones anexas. Se modifica la fórmula “marido y mujer” o “esposo y esposa” por “contrayentes” o “cónyuges”. De esta manera se modifican diversos artículos del Código Civil para que sea coherente toda la reforma.
Es importante tener en cuenta que los impedimentos para contraer matrimonio se encuentran detallados en el Capítulo III del Título I, artículos 166 y siguientes, del Código Civil. Allí pueden leerse nueve incisos, ninguno de los cuales hace referencia a la necesidad de que los contrayentes sean de diferente sexo.
Para fundamentar mi postura, en este primer escrito personal sobre el tema, voy a citar a algunos especialistas que participaron de las 2 reuniones informativas realizadas en la Cámara de Diputados de la Nación durante octubre y noviembre de 2009.

El artículo 16 de la Constitución Nacional, hablando de la Nación Argentina, dice que “Todos sus habitantes son iguales ante la ley”. Y al respecto me permito citar al Dr. Roberto Saba, quien en su exposición del 29/10/2009 decía:

El principio de igualdad se refleja en el artículo 16 de la Constitución Nacional, que básicamente señala que todos somos iguales ante la ley. ¿Qué significa esto? Nuevamente me apoyo en antiguas y muy consistentes interpretaciones de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, ya que el artículo 16 de la Constitución Nacional no nos dice que el Estado debe tratar a todas las personas del mismo modo, lo cual sería absurdo. El Estado permanentemente tiene que hacer distinciones… Aquí la discusión es cuáles distinciones están permitidas constitucionalmente. Me refiero a qué diferencias el Estado puede hacer entre las personas y cuáles no desde el punto de vista constitucional…
La Corte Suprema de la Argentina ha señalado en reiteradas oportunidades que las distinciones que el Estado está autorizado a hacer en materia de regulación de derechos son las razonables. Los criterios que utilice el Estado para hacer diferencias entre personas tienen que ser razonables
, aunque por supuesto puede haber diferentes perspectivas sobre lo que es razonable. La Corte también ha elaborado el significado de razonable en la Constitución Nacional. Razonable es la relación de funcionalidad entre el requisito que imponemos y el fin buscado. Se refiere a los criterios que escojamos para hacer diferencias entre las personas con el fin de otorgar derechos en forma diferenciada…
La pregunta que queda por responder es si el sexo de las personas, mejor dicho, si el requisito de que ambas personas tengan sexos diferentes para poder contraer matrimonio, es razonable para lograr el fin de su regulación. Entonces, si no lo fuera, ese requisito es inconstitucional… Y ninguno de los fines de la regulación parece dejar ningún espacio para que el sexo diferente sea un requisito razonable en los términos constitucionales, tal cual como interpreta la Corte…


En la reunión del 05/11/09 el Dr. Roberto Gargarella decía:

En primer lugar, diría que el tema merece plantearse del modo inverso al que algunos lo han hecho. No creo que se trate de pedirle nuevos derechos al Estado ni de solicitarle concesiones o favores. Por el contrario, es poner al Estado contra la pared y preguntarle por qué asigna algunos derechos que les niega a otros.
Creo que ese el centro de la cuestión y que cada movimiento que quiera hacer el Estado denegando a algunos individuos o grupos derechos que les concede a otros requiere una justificación extraordinaria por parte de éste que no la está dando -y que no la ha dado para hacer lo que está haciendo ahora.
Entonces, orientaría el debate en búsqueda de un argumento por parte de aquellos que están en contra del reconocimiento igualitario de derechos para todos, preguntándoles cuál es el argumento importante.
¿Cuál es el argumento extraordinario? ¿Cuál es la razón urgente que tiene el Estado para denegar a algunos grupos o individuos los derechos que concede a todos los demás? Y si el Estado no tiene un buen argumento, entonces no puede denegarlos como lo está haciendo. De manera que no se trata de pedirle favores o concesiones al Estado sino de exigirle que si quiere hacer una distinción, la haga basada en razones y no en prejuicios
”.

Frente a algunos argumentos que suelen exponerse, el Dr. Gargarella agregó:

Me parece que también sería un error tratar de resolver la cuestión apelando a cuál es el concepto de matrimonio, que es el tradicional en la Argentina. Primero, porque los conceptos son elaboraciones humanas sobre las cuales necesitamos reflexionar y sobre las que tenemos una conversación continua. Entonces, no podemos pensar que la idea o el concepto de matrimonio es el que se definió en los años 20 o en los años 60, sino el que consideremos más sensatamente hoy, el que nos parezca más adecuado.
La cuestión consiste en reconocer que los conceptos son creaciones humanas y en que hoy no debemos abrazar el que se nos ocurra sino la mejor concepción posible de la idea.
El argumento de la tradición también es insostenible en este sentido. La Argentina puede tener tradiciones como la violencia familiar. Sin embargo, ante ella lo único que hay que hacer es erradicarla. O sea que no hay ninguna razón para sostenerla por el hecho de tratarse de una tradición. Puede tratarse de una tradición de centenares de años en la Argentina, en México o en Francia y que igualmente tengamos todas las razones del mundo para erradicarla.
Por supuesto que la discusión tampoco se puede resolver invocando el Código Civil, ya que está situado por debajo de la Constitución, que se refiere a un pacto entre iguales. O sea que toda norma inferior que violente la idea de que somos iguales y de que merecemos un trato igual de debido respeto es contraria a la Constitución. Entonces, si el Código Civil se opone a lo que exige la Constitución en cuanto al trato igual, lo que debe dejarse de lado no es la Constitución, no es el reclamo constitucional, sino el reclamo del Código Civil. En consecuencia, ahí tampoco hay una razón interesante
”.

El citado Dr. Saba había expresado al iniciar su exposición que “Aquí no estamos discutiendo quién tiene razón en términos de cuáles son los planes de vida deseables. Lo que estamos tratando de determinar es si lo que establece la Constitución Nacional, en cuanto a los derechos de las personas, nos impone un límite al regular el derecho del matrimonio. Esto es lo que estamos haciendo…”.

El Dr. Alfredo Grande, en la reunión del 05/11/09, había dicho que “estamos debatiendo sobre lo fundante en la cultura. Creo que acá estamos dando una batalla cultural. No será la última ni la primera, pero es una batalla cultural, y en ella nuestras armas son las palabras”.

El Dr. Andrés Gil Domínguez, en la reunión del 29/10/2009, había expresado lo siguiente: “me parece que es muy importante el tratamiento y la sanción de estos proyectos, porque no solamente hablamos de aspectos normativos, sino también de aspectos simbólicos que lo normativo transmite en torno a la constitución subjetiva de las personas. Porque otro de los argumentos que yo escuchaba era el siguiente: “¿Para qué se quieren casar, si en realidad viven bien y están juntos? ¿Por qué quieren venir a estar en la ley si en ella estamos nosotros?”. Porque la ley constituye o destituye subjetivamente a las personas no solamente desde el punto de vista normativo, sino también simbólico...”.

Apoyo el proyecto de modificación del Código Civil, porque no encuentro un criterio razonable que permita imponer el requisito de que los contrayentes deban ser de distinto sexo.