lunes, 18 de julio de 2011

La Condición Plural de la Subjetividad

Reflexionando sobre lo cambiante de mis opciones políticas en los pocos años de militancia consciente, me encontré con este texto. Es una respuesta a una consigna de un trabajo práctico, pero bien puede ayudar(me)a entenderme. Mientras sigo en la búsqueda, se los dejo...

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1) Marcelo Percia dictará una conferencia sobre “la condición plural de la subjetividad y los grupos” ¿qué diría en el desarrollo de la misma? ¿Qué aporte de Ester Cohen puede utilizar para sustentar la exposición?

A continuación transcribimos los extractos más jugosos de la conferencia dictada por el Sr. Marcelo Percia, titulada la condición plural de la subjetividad y los grupos.

“Buenas noches. Agradezco esta posibilidad de participar de este foro y poder compartir algunas ideas con ustedes. Estoy convencido que pensar es pensar con otros, compartir perplejidades. O al menos creo que estoy convencido de eso.
Acaban de leer una breve presentación sobre Marcelo Percia. Y no hablo en tercera persona porque me crea el Diego u Osvaldo Laport en “Campeones de la Vida”. Me refiero a Marcelo Percia como otro, porque quiero llamar la atención, provocar diría, poner en cuestionamiento, el tema de la subjetividad. ¿Soy ese currículum leído a las apuradas?. ¿Fui… seré… ese relato continuado de estudios, trabajos, y datos en general?.
“Lo que llamo mi identidad es la permanencia de una semejanza en la que proyecto una morada para mi existencia”. “La identidad es un acuerdo. Una conciliación. Pero tener identidad es estar en disidencia y desacuerdo”.
“No ando en una sola dirección. No voy en un único sentido. Deseo vivir diferentes vidas. Y apenas hago una costura definitiva en mis pensamientos, se hincha el argumento. Y todo vuelve a estallar”.
“Entiendo subjetividad como urdimbre de voces, palabras, pensamientos, actos, emociones, recuerdos; que se tejen y destejen con otras voces, palabras, pensamientos, actos, emociones, recuerdos” . La “pregunta por la subjetividad no interroga qué es lo que es, sino qué nos pasa” …

Edgar Morin, filósofo francés, nos dice: “Se creía tener un conocimiento cierto, objetivo, porque se había eliminado al observador, porque el observador era así un elemento contingente. Sin embargo, sabemos que la realidad –lo que llamamos la realidad que percibimos- la percibimos solamente gracias a nuestras estructuras mentales...” . Luego de escuchar la última oración que acabo de pronunciar vino a mi mente, como por iluminación agustiniana, la teoría generada por el principio de incertidumbre de Werner Heisenberg. Intentaré explicarlo por medio del arte. En la Exposición de Olores , Lucio Cantini “colocó, en distintos rincones del salón, sustancias que producían olores de toda índole… Los espectadores no sabían cuándo la influencia de una obra era reemplazada por otra, para no hablar de la fragancia aportada por ellos mismos”. ¿Se puede saber cuál es el olor original de la sustancia cuando yo me acerco para percibirla?. Esa imposibilidad de discriminar, distinguir o discernir el “olor de las sustancias” de la “fragancia aportada por los espectadores” sería el principio de incertidumbre (o algo por el estilo). “Son las relaciones de incertidumbre de Heisenberg que demuestran, y por una razón puramente material, por así decir, que si a nivel microfísico queremos aclarar nuestra observación, hacemos intervenir fotones que van a perturbar a las partículas observadas. Es decir, hay un límite en el cual el observador se convierte en una intervención perturbadora... No podemos separar el mundo que conocemos de las estructuras de nuestro conocimiento” .
Para ir cerrando la idea digamos que no importa el mundo sino la imagen del mundo, lo que es para mí. Vamos a explicarlo mejor con la creación de Enrique Argenti: el Teatro a oscuras . Allí “cada espectador imaginaba caras y acciones según su propia fantasía”. De esa manera ganó un premio a la mejor escenografía y fue multado por un audaz desnudo. Al ser a oscuras, cada contemplador imaginaba la obra que él quería, aportaba lo suyo a la obra, es más, él realizaba la obra. “El lago de los cisnes fue calificada por los críticos como la más fantástica interpretación jamás vista, lo cual era rigurosamente cierto”. No importaba tanto qué es lo que sucedía, sino la imagen que se formaban los espectadores. Como bien dijo Sartre, “lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”…

“En la subjetividad acontece lo plural. Estar plural no es estar divididos. En partes distintas, opuestas o complementarias. La fragmentación requiere la idea de un todo previo. Estar plural es ser testigo de mi propio pasaje por estares que hacen diferencias que la conciencia procura –luego, muchos después– integrar”. “A veces, la idea de un estar plural hace complicidad con el deseo de librarme de mí mismo”.
“¿Por qué someter al ideal de unidad los movimientos turbulentos de la subjetividad? ¿La conciencia no soporta su condición plural? La idea de unidad es soberbia cuando se tiene por superior a la de fragmento, dispersión o multiplicidad. Y en ese caso es pedante, altanera e inútil. Pero se podría decir lo mismo si la presunción fuera al revés”.
“El campo de los grupos de aprendizaje necesita redituarse en las discusiones de las políticas de la subjetividad” ...

“Suelo ser testigo de actos y pasiones que no dirijo ni gobierno”. Ya lo decía Pablo en su Carta a los Romanos: “Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco” …

Ester Cohen afirma que “este momento histórico se definirá como la época de la subjetividad”. Sostiene que “la idea de subjetividad responde a la condición trágica del producirnos como devenir, como tensión constante de opuestos”. Entiende la “subjetividad como producción de deseo, como experiencia vital de la creación de sentidos”. El “devenir subjetividad, supone un ser que no es suficiente, que perpetuamente es arrancado a sí, ya que no es un sí mismo, porque nada viene de afuera, ni tampoco de adentro”. La “subjetividad resulta ser un juego donde se vehiculiza lo simbólico”, “un discurso de multiplicidades singulares que es constitutivo del entramado que sostiene el concepto de subjetividad”…

Alejandro Dolina, en una charla que dio en la Feria del Libro del año 2000, decía: “El hombre es una perpetua víspera. Es lo que es, pero también lo que todavía no es. Vive inclinado hacia el futuro. Vive deseando y es él mismo su deseo. El hombre se va a morir, pero tiene apetito de eternidad. El hombre es mortal y es esa tragedia la que lo hace libre, la que lo convierte en constante posibilidad. Posibilidad de caída o de salvación. El hombre se va a morir y por eso ama, y por eso escribe poemas. Y tal vez el poetizar no sea más que un juicio sobre el carácter mortal del hombre. La poesía revela nuestra condición fundamental y esa condición es trágica”.
Uno de los grandes aciertos de Sören Kierkegaard fue el descubrir que el hombre está en constante tensión. Es más, podríamos decir que el hombre es tensión. La tensión no es movimiento pero tampoco es quietud; es inquietud. El arco tensa la cuerda porque cada extremo tira para su lado. Esa cuerda no está en movimiento pero tampoco está quieta; está inquieta. Eso es el hombre: un ser de corazón inquieto.
Estamos hechos de barro con un soplo divino . En nuestro ser se conjugan lo terrenal y lo celestial; lo temporal y lo eterno. Tolkien desnuda nuestro Smeagol y nuestro Gollum. Stevenson saca a la luz a nuestro Dr. Jekill y a nuestro Mr Hyde. Dolina nos enfrenta a nuestro Hombre Sensible y a nuestro Refutador de Leyendas. Pascal habla tanto de nuestra grandeza y miseria, como de nuestro espíritu de fineza y nuestro espíritu geométrico. El hombre es cuerpo y alma (sí, ya sé, unión, es decir, ni dualista ni monista. Pero es y no tiene.); es un ser individual y social; participa de la naturaleza y de la cultura; y vive tironeado por lo consciente y lo inconsciente, lo apolíneo y lo dionisíaco.
Cuando Prometeo creó a los hombres los hizo con barro. Pero para darles vida decidió robar una chispa de fuego a la antorcha que tienen los dioses en el Olimpo. Esto mereció un terrible castigo para Prometeo, pero también dejó profundas consecuencias en el ser humano. Esa chispa lo hace superior a todos los seres vivos pero inferior a los dioses. No sólo no llega a tener la inmortalidad de los dioses sino que adquiere la conciencia de la muerte que el resto de los vivientes no tiene . Sabe, pero no todo. Puede, pero no todo. Está como a mitad de camino. Aspira a más pero no termina de llegar. Quiere ser como los dioses pero no lo logrará jamás. Es que no tiene el fuego de los dioses sino apenas una chispa. Este afamado y antiquísimo mito describe la condición trágica de la vida humana…

Antes de finalizar, quisiera leerles, regalarles, un poema :

Somos el tiempo. Somos la famosa
parábola de Heráclito el Oscuro.
Somos el agua, no el diamante duro,
la que se pierde, no la que reposa.
Somos el río y somos aquel griego
que se mira en el río. Su reflejo
cambia en el agua del cambiante espejo,
en el cristal que cambia como el fuego.
Somos el vano río prefijado,
rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado.
Todo nos dijo adiós, todo se aleja.
La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja.

Y para concluir, que a la vez es un abrir, iniciar, reiniciar, generar, lanzar, hacer camino, les digo:“La potencia de enunciar no coincide con el acto enunciado. La pluralidad de subjetivaciones posibles y por decir no llegan al enunciado sino como silencios, exclusiones, acallamientos, inexistencias. Siempre es poco lo que se dice comparado con la que se podría decir. Hay un por decir que no es discurso reprimido. Es discurso sin imprimir”.

(Se puede leer el texto con todas sus citas aquí)