jueves, 22 de enero de 2009

Un país dormido

El día de los Santos Inocentes leí una nota en el diario que me dejó conmocionado. Escrita por Enrique Valiente Noailles, y titulada “Una tragedia evitable”, el artículo decía lo siguiente:

“Todavía era de madrugada cuando un cartonero se detuvo en la calle Salta, entre San Juan y Cochabamba, y comenzó a revolver la basura que había en un contenedor. Dentro de una bolsa plástica, descubrió el cadáver de un niño de entre 3 y 4 años. "Si bien no tenemos los resultados de la autopsia para confirmar la causa de la muerte, el cuerpo estaba muy flaquito. Todo indica que presentaba fuertes signos de desnutrición", informó un jefe de la Policía. No hay palabras para agregar a este caso que atravesó el fin de año de manera casi inadvertida. Difícil encontrar un mayor concentrado de dolor, tragedia y sordidez: alguien obligado a revolver basura para alimentarse se encuentra con el efecto de la desnutrición. El cuerpo estaba envuelto en una frazada, detalle que produce una conmoción adicional, porque significa que hubo una voluntad de cuidado, pero que fue el único cuidado que pudo prodigarle quien allí lo dejó. La vida diaria continúa a pesar de esta imagen que no ha sido extraída de un campo de concentración nazi, sino de la capital contemporánea de nuestro país.”

Unos días antes, en una editorial del mismo diario, había leído que “"Ocho niños menores de cinco años mueren por día en el país, por desnutrición". El dato fue aportado por Juan Carr, líder de la Red Solidaria e integrante del Centro de Lucha contra el Hambre, que depende de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires (UBA).” Y también que “el doctor Abel Albino, cuya labor al frente de la Cooperadora de Nutrición Infantil (Conin) ha sido reconocida dentro y fuera de la Argentina, dijo que "la desnutrición es el telón de fondo y eso no se indica en las estadísticas". Por eso, las cifras oficiales son "un subregistro de la desnutrición", que no se diagnostica al momento de fallecer un niño, porque éste puede morirse de un paro cardiorrespiratorio o de un broncoespasmo”.
Según un informe de la CTA, seis millones de chicos en la Argentina viven en la pobreza, de los cuales tres millones tienen hambre. Mueren por día 25 recién nacidos. El 52,2 % de los menores vive en hogares sostenidos por padres con inserción laboral precaria. Estamos hablando de alrededor de siete millones de chicos. El 47,2 % no tiene cobertura médica. Dos millones de pibes no asisten o nunca asistieron a un establecimiento educativo. Estas son, realmente, imágenes que duelen.
El problema principal de estos pibes se basa en la exclusión. Y ya no son solamente excluidos, sino que podemos decir que son sobrantes, que están de más, que son desechables; hay una brecha insalvable entre ellos y el resto. Porque viven en situación de pobreza o indigencia, no tienen acceso a la educación, a la salud, a una vivienda digna… Y, mientras tanto, algunos sólo piensan en bajar la edad de imputabilidad para vivir más seguros…
Sabemos que lo que no se adquiere en el momento adecuado luego cuesta mucho más o directamente no se consigue. Hay condiciones previas insoslayables. Estamos hablando de equidad social como garantía de la igualdad de oportunidades. Los estragos que provoca la desnutrición que se padece en la primera infancia son irreparables, ya que en esta etapa el mayor impacto lo sufre el cerebro. Éste es el órgano que más rápidamente crece, pesa 35 gramos al nacer y 900 gr a los 14 meses (de adulto, su peso es de 1200 gr); durante los dos primeros meses de vida crece a un ritmo de 2 mg por minuto. En la desnutrición no sólo se detiene el crecimiento cerebral, sino que además se presenta una atrofia del cerebro. La suerte del sistema nervioso central está determinada en los primeros 14/18 meses de vida. Si durante este tiempo el niño no recibe una adecuada ingesta de nutrientes y estimulación adecuada, se transformará en un débil mental.
Arbolito canta: “es preciso comer con la panza dolida de los chicos que comen cuando pueden, si del hombre querés hablar, si querés que te crea”. Por eso es difícil creerles a los demagogos de la pobreza. La Presidenta declaró en la FAO, en Italia, que nosotros podemos alimentar a 500 millones de personas. Sí, leyó bien: ¡500 millones de personas!. ¿Y cómo puede ser que en nuestro país estén pasando hambre 4 millones de niñas y niños?. El hambre es un crimen y debe ser desterrado.
Según datos del Ministerio de Salud Nacional, en 2007 de hubo 9.300 muertes de menores de 1 año, llegando a 11.112 antes de los 4 años, la mayoría de ellas por causas evitables. Siendo cifras oficiales, tenemos la certeza de que no son menos, pero probablemente sean más. ¿Cómo podemos dormir tranquilos sabiendo esto?.
El gran Armando Tejada Gómez decía: “no dormir esta noche si hay un niño en la calle”. En tiempos donde el insomnio parece ser una enfermedad psiquiátrica de elite, debería quitarnos el sueño, desvelarnos, el encontrarle una solución definitiva a este flagelo. Mientras, lamento que sigamos siendo UN PAÍS DORMIDO.