jueves, 20 de septiembre de 2007

¿Qué pasa con las Villas? II

Para avanzar en este debate me parece fundamental centrarnos en un punto clave: la igualdad de oportunidades. Y remarco tanto igualdad como oportunidades.
Suele decirse que los villeros no pagan impuestos, o que reciben viviendas gratis por ocupar ilegalmente lugares que no les pertenecen. Esto genera indignación en gran parte de la población que pasó su vida trabajando y, así y todo, apenas puede pagar el alquiler sin poder progresar mucho más. Y muy posiblemente estas personas estén realizando un reclamo justo cuando plantean estas situaciones. Lo que sucede es que, según mi humilde parecer, dirigen sus críticas al sector equivocado.
Es totalmente injusto que haya personas que pasen hambre, frío, que estén desocupados (o que sean desocupados), que estén sin techo, que no tenga acceso a la salud y la educación, que sean discriminados… Esto no quita que también sea injusto que el que trabaja todo el día no pueda superarse y mejorar las condiciones de vida de su familia. Es que, en última instancia, la injusticia es estructural y propia del sistema. Por eso los parches asistencialistas más que soluciones, sólo generan nuevos conflictos.
Nadie discute que lo ideal sería que todos tengamos igualdad de oportunidades, de acceso a bienes y servicios, para luego poder avanzar en la vida en base al esfuerzo y al mérito. Pero mientras tanto, que lamentablemente parece ser a perpetuidad, debemos buscar soluciones basadas en acciones transformadoras que permitan alcanzar el bien común en un marco de justicia social, sin perder de vista el destino universal de los bienes.
Y toda propuesta no podrá soslayar el tema de la dignidad de cada persona. Por eso no sirve solamente dar de comer o regalar casas. Hay que generar condiciones que permitan que cada uno pueda ganarse el pan con el sudor de su frente y que cada uno se sienta sujeto activo de su proyecto de vida.
Por eso, quizás, la solución pase por trabajar, de una buena vez por todas, y sin tanto discurso, en una cada vez más justa distribución de la riqueza. No puede ser que cada vez sean más los que tienen menos, y que cada vez tengan menos, mientras son menos los que tiene más, y que cada vez tengan más.
Considero que, mirado desde esta óptica, la problemática tiene otros enfoques no muy explorados hasta el momento. Y esto no es un discurso del que pueda apropiarse ninguna ideología: no es de izquierda ni de derecha. Ni los que se ubican de un lado, ni los que se ubican del otro, han hecho mucho hasta ahora en este sentido. Es cierto que no pueden desconocerse ciertos vínculos de posturas económicas y las causas de estas injusticias, pero hasta ahora nadie, lamentablemente, pudo plasmar en hechos sus tan declamadas palabras.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

¿Qué pasa con las Villas? I

Hay un tema que aparece cada tanto, y vuelve a aparecer, sin que pueda resolverse: ¿qué hacer con las Villas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires?. Históricamente se han planteado dos posibles soluciones, erradicarlas o urbanizarlas. Si bien cada una de estas alternativas tiene distintas formas de operativizarse y, entre sí, parecen ser planteos diametralmente opuestos, tienen una coincidencia: se paran desde una visión unilateral de la problemática. Y la posición es siempre la misma: desde el no ser villero o, peor aún, el ser no villero.
A partir de un par de comunicados del Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia apareció en el debate una tercera posibilidad: integración urbana. Este aporte, decididamente, es fruto de una experiencia vital en ese contexto. Es la mirada que puede sumar alguien que está adentro, aunque haya venido de afuera. Y considero, sin dejar de atender la complejidad del caso, que esta postura debe ser el camino a seguir.
¿Qué entienden por integración urbana?. Los cito: “respetar la idiosincrasia de los pueblos, sus costumbres, su modo de construir, su ingenio para aprovechar tiempo y espacio, respetar su lugar, que tiene su propia historia. Sin duda debe haber un camino de mejoramiento de la calidad de vida en las villas -fue y es una preocupación de este equipo- pero es fundamental en este camino poner el oído en el corazón del villero para que las posibles soluciones no provengan de oficinas donde trabajan técnicos que ignoran la realidad, y que en lugar de mejorarla la empeoran”.
La villa, digámoslo de una vez, tiene muy mala prensa. Suele aparecer, de manera más o menos explícita, como “refugio de chorros”, “mercado de drogas”, “ambiente de promiscuidad sexual”, “paradigma de la violencia”, y demás etiquetas que permiten arribar a una sola conclusión: allí vive lo peor de nuestra sociedad. Es el paso previo, y necesario, para erradicarlas (eufemismo que permite evitar la palabra “eliminarlas”).
Nobleza obliga, debemos reconocer que todas esas realidades dolorosas están presentes en las villas. Pero también reconozcamos que están presentes no solamente en las villas. Quizás no es este el espacio para analizar las causas de estas problemáticas, ni revisar la diferencia entre paco y éxtasis, o entre chorro y ladrón de guante blanco o corrupto. Hasta suenan distinto…
Lo que nunca se muestra, o muy pocas veces, son los valores de la cultura villera. Allí se da, dicen los curas villeros, el “encuentro de los valores más nobles y propios del interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana. La cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos”. Un monje dijo alguna vez que los pobres son ladrones; si te acercas te roban el corazón. Y esta frase que suena cursi, es corroborada por todo aquel que pudo compartir su vida con los más humildes de nuestro Pueblo. La solidaridad, la entrega, el “dar hasta lo que no tienen”, el cuidado por el más débil o desprotegido, son valores que se encarnan a diario en su cotidiano vivir.
Tanto una mirada como la otra, colaboran a construir una percepción más compleja de la realidad. No idealizo la villa ni los villeros, pero tampoco los denigro. En esa tensión viven, sobreviven, ellos. Como casi todos nosotros…
Y quisiera concluir esta primera parte del análisis dejando bien en claro que es fundamental el desde dónde nos paramos para diagnosticar y buscar soluciones reales. Jamás será lo mismo pensar en la seguridad de algunos (de los que tienen, que son los únicos que pueden perder algo) y la visión estética de selectos barrios de elite, que preocuparnos, y ocuparnos, por el bien de todos y cada uno de los habitantes de nuestra Ciudad (hayan nacido donde hayan nacido, vivan donde vivan). Frente a la política del desalojo debemos exigir una política de vivienda. Y que nunca, pero nunca, se criminalice la pobreza.