Nadie se salva solo
por
Javier E. Giangreco (y otros)
“No te salves
No te quedes inmóvil
No te quedes inmóvil
al borde del camino”
Mario Benedetti
Millones de personas
encerradas durante semanas sin conocer a nadie que se haya contagiado
de COVID-19. ¿No es muy raro? Miles de personas salen de sus casas
pero casi en su totalidad cubren su rostro con barbijos o tapabocas
caseros, toman distancia de más de un metro en las filas, y tampoco
conocen a nadie infectado. ¿Cómo es posible? Las calles desiertas o
semidesiertas. ¿Por qué? Porque le tenemos miedo al coronovarius
o también llamado “enemigo invisible”. ¿Pero es realmente
invisible?
Es técnicamente cierto
afirmar que no vemos el virus a simple vista. Pero también podemos
decir que no vemos a nadie enfermo. ¿Acaso viste, y hago hincapié
en el verbo, a alguien infectado? ¿Conocés a alguien? Lo más
cercano, al menos entre la gran mayoría de los argentinos, fue
alguien que conoce a alguien que conoce a alguien. Ahora...
¿realmente estamos viviendo este aislamiento obligatorio por
miedo a algo invisible? ¿O será que sí lo vemos? Lo vimos en
China. Lo vemos en Italia, España, Francia, Reino Unido, EEUU... Es
el poder de los medios en tiempos del capitalismo global
tecnocrático. (Y eso que no me quiero paranoiquear volviendo a ver
“Mentiras que matan” o seguir leyendo sobre interesantes teorías
conspirativas).
Se impone comenzar este
tercer párrafo aclarando rápidamente que no soy un detractor de las
medidas preventivas y urgentes de aislamiento obligatorio. Escuchar
al Presidente Alberto Fernández decir que elige cuidar las vidas de
las personas por encima de los fríos números de la economía es un
bálsamo en tiempos de Trump, Boris Johnson y Bolsonaro. Pero, ¿cuál
es límite? ¿En qué momento una medida de excepción deja de ser
beneficiosa y se vuelve perjudicial? Habiendo achatado la curva
de la pandemia, claramente, y con un sistema de salud no colapsado a
esta altura... ¿hasta cuándo mantener a los ciudadanos en
confinamiento obligatorio?
Somos seres
bio-psico-socio-espirituales. Y una mirada integral de la salud no
puede limitar nuestra experiencia vital a lo meramente biológico.
Vivir es mucho más que
mantener nuestras llamadas funciones vitales. En un primer
momento, las medidas de cuidado pusieron en acción a la comunidad
organizada. “Nadie
se salva solo” dijo
el Papa Francisco (y también Alberto Fernández, entre otros). Pero
si estas (bio)políticas se extienden en el tiempo pueden convertirse
(¿habrá sido la intención en algún momento, en algún lugar?) en
formas de manipulación social, disciplinamiento, control y atentando
contra el corazón de toda comunidad como bien lo expresa la idea de
“aislamiento social”.
Quizás sea momento de
volver, al menos un poco, a Aristóteles quien afirmaba que todos los
seres humanos deseamos la felicidad y la felicidad se encuentra en la
virtud. La virtud ética es un hábito de elección que conduce a
optar por el equilibrio entre dos extremos viciosos, y lo llama justo
medio. Ni desinterés total por la vida del otro ni confinamiento
obligatorio ad eternum. ¿Será eso la
llamada transición de la cuarentena administrada?
Esta pandemia, como todo
acontecimiento, nos permite un análisis de fortalezas,
oportunidades, debilidades y amenazas. Y tenemos para todos los
gustos. Hay miradas pesimistas, optimistas, resignadas, derrotadas y
esperanzadas. Yo juego en el equipo de los esperanzados. No dejo
de ver las posibles consecuencias negativas, los peligros, pero
arriesgo a apostar por una salida superadora. “¿Cómo
salir de la noche doliente?... En su noche toda mañana estriba: de
todo laberinto se sale por arriba”, escribía el
compañero Marechal (y todos adivinamos allí, también, una crítica
literario-ideológica al Borges detractor de los incorregibles).
Lo peor que puede
pasarnos como comunidad es, una vez superada la crisis por el
COVID-19, haber sido disciplinados en el distanciamiento social y que
haya salido fortalecido el sistema que promueve el individualismo, la
competencia, y con una desigualdad que ensanche cada vez más la
brecha. Que la inmovilización que hoy nos mantiene encerrados en
casa se traslade a una inmovilización que nos deje encerrados en
nosotros mismos amenaza la existencia del ya maltrecho tejido social.
Es un peligro real que el discurso que nos quiere hacer creer que
somos héroes por no hacer nada nos lleve a resignarnos a la
impotencia y aceptar dóciles el sufrimiento. “El hombre es lobo
del hombre” decía Hobbes, y hoy parece reeditarse en aquellos
que escrachan a sus vecinos por salir a la calle o quienes quieren
expulsar de sus edificios a los profesionales de la salud (luego de,
paradójicamente, aplaudirlos cinco minutos en el balcón).
Los Nuevas Tecnologías
de la Información y la Comunicación vuelven a explicitar toda su
ambigüedad. Hasta hace poco eran acusadas de alejarnos y hoy son la
única posibilidad de acercamiento. ¿Qué pasará después? Nos
hablan de ciberpatrullaje, geolocalización, control online, y ya no
sabemos cómo calificarlo desde lo político y lo moral. Ya estamos
acostumbrándonos a que nos lean y escuchen a través de nuestros
dispositivos electrónicos, lamentablemente.
Se vuelven a poner en
valor usanzas del tiempo de antes. Familias desempolvando juegos de
mesa y hasta rompecabezas. Se extraña el almacén de barrio que sí
era un comercio de cercanía. Se rompe con el cotidiano concepto
del tiempo y del espacio. Ya no hay apuro ni que optimizar las
horas. Algunos trabajos demandan más desde casa que yendo al lugar
de siempre. No hay que correr para utilizar el baño, ni levantarse
tan temprano. También es cierto que quizás nos estemos acostando
demasiado tarde. ¿Temprano? ¿Tarde? ¿Para qué? ¿Según quién?
¿Criterios de salud o productivos? Lugares de nuestros hogares que
estaban deshabitados son rehabilitados. Se ordena de otra manera. Se
cambia para mejor o, simplemente, para hacer algo. Nos permitimos
aburrirnos. Nos regalamos momentos de ocio. Algunos, los que podemos.
Otros no.
Y muchísimas personas
empiezan a experimentar lo que tantas otras viven a diario y desde
hace bastante. No hay trabajo. La plata no alcanza. Limitaciones
en el acceso a bienes y servicios. Y los invisibles se hacen
visibles. Y muchos empiezan a ver que hay millones que viven en
condiciones indignas, en situaciones de hacinamiento, fuera del
sistema formal, sin acceso de calidad a la salud, con desventajas
culturales y educativas, peleando el mango día a día. Y algunos se
solidarizan mientras otros se indignan porque el Estado les ayuda.
Las crisis ponen sobre la mesa lo que a veces se patea debajo de
la alfombra.
“Si algo hemos
podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las
fronteras caen, los muros se derrumban y todo los discursos
integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que
manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos. La Pascua nos
convoca e invita a hacer memoria”, dice Francisco en su escrito
“Un plan para Resucitar”. Es la fraternidad universal que recibe
la vida como la vida viene. Y es tan interesante y valioso lo que
plantea que dejo, casi como para ir cerrando con una luz de
esperanza, otro fragmento:
“En este tiempo nos hemos dado cuenta de la importancia de unir
a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible
e integral. Cada acción individual no es una acción aislada, para
bien o para mal, tiene consecuencias para los demás, porque todo
está conectado en nuestra Casa común; y si las autoridades
sanitarias ordenan el confinamiento en los hogares, es el pueblo
quien lo hace posible, consciente de su corresponsabilidad para
frenar la pandemia... Lección que romperá todo el fatalismo en el
que nos habíamos inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices
y protagonistas de una historia común y, así, responder
mancomunadamente a tantos males que aquejan a millones de hermanos
alrededor del mundo. No podemos permitirnos escribir la historia
presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor
quien nos volverá a preguntar “¿dónde está tu hermano?” (Gn,
4, 9) y, en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma
de nuestros pueblos, ese reservorio de esperanza, fe y caridad en la
que fuimos engendrados y que, por tanto tiempo, hemos anestesiado o
silenciado.
Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias
que nos acechan, podemos lograr un impacto real. ¿Seremos capaces de
actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos, sabiendo
que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos mirando para otro lado con
un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de
dominio y de poder? ¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de
vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos
a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto
equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como comunidad
internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del
medio ambiente o seguiremos negando la evidencia? La globalización
de la indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar…
Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia,
la caridad y la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa
de la civilización del amor, que es “una civilización de la
esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el
desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se
construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo
comprometido de todos. Supone, por eso, una comprometida comunidad de
hermanos”.”.
Se trata de vivir día a día las cuatro “c” que el mismo
Francisco propuso en su carta a los Movimientos Sociales: curar,
cuidar y compartir en comunidad. Para que cuando vuelvan los
encuentros, los abrazos, el mirarse a los ojos, el apretón de manos,
los besos, los asados y los mates
sea posible realmente la vida en comunidad que es la vida
que vale la pena ser vivida.
2 comentarios:
Es extraordinario cómo está captado lo q vivimos,sentimos y cuáles pueden ser NUESTROS VERDADEROS ENEMIGOS
Buen dia!, lei el escrito y comparto casi todo, A mi me parece que como sostengo siempre " nada cambia en lo fundamental, solo cambia la manifestacion las caracteristicas lo visible los modos" Pasara la pandemia y todo volvera a lo mismo no rapidamente pero volvera. El dinero y el poder seguira dominando los corazones y las mentes. Es como el dinero, sera online bankimg euros bonos paraisos fiscales cajas enterradas mercado pago billetera virtual ets pero seguira mandando el dinero y el poder que me de. Hoy el papa alerto del retorno del virus " la indiferencia egoista". Solo la accion de Dios hace cambiar el corazon y la mente pero para eso le tengo que entregar el mando a El que seguro me dara la fuerza y la paz. Un filosofo atorrante y ventajero y super egoista que conoci un tiempo decia "el mundo es redondo y lo que hoy esta arriba, mañana esta abajo" y ponia de ejemplo la falda de las mujeres y el pelo de los hombres. Dios perdon por el mal que hago y el bien que no hago, pero nunca me dejes.
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