En este
momento de mi vida ya no tengo muy claro en qué creo. Pero sí en quién. Sigo
creyendo en un Dios que es Amor, que se hizo hombre, se abajó, y que por
anunciar el Reino con palabras y obras lo terminaron matando. Creo en un Dios
que sigue presente en la
Historia, que acompaña, que sostiene, que es cercano, que
sale al encuentro, y que respeta la libertad del hombre. Creo en un Dios que
aborrece la injusticia y nos quiere felices. Y no sé si mucho más. Todas esas
capas de doctrinas, normas y preceptos que la Iglesia le fue tirando
encima sólo me llevan a cuestionarme mi pertenencia a lo que debiera ser, para
mí, una Comunidad de Fe, Fraterna, que Celebra la Vida, que se Encuentra, que
Anuncia el Reino con palabras y acciones, y que Denuncia todo lo que se opone a
ese Sueño de Dios para todos nosotros, ese Banquete para todas y todos,
inclusivo, de Vida en abundancia, donde nadie quede afuera.
Estoy cansado
de una Iglesia que no deja vivir en la libertad de los hijos de Dios,
manipulando, operando sobre las conciencias, tratando a las personas como
ovejas de un rebaño, haciendo hincapié en lo de ovejas, imponiendo y no
proponiendo, demasiado alejada de las necesidades reales del Pueblo,
machista, retrógrada y en exceso autorreferencial; que casi siempre, y
en todos lados, termina siendo funcional a la derecha, que sólo se preocupa por
temas de moral sexual (o que le dedica demasiado tiempo a esos temas y no a
otros), que predica una cosa y hace otra, que sigue defendiendo la mentirita de
algunos dogmas e interpretaciones bíblicas, y que le tiene mucho miedo a la
desclericalización, al Pueblo.
Que los gestos
de austeridad y cercanía de Francisco sean noticia, sean considerados revolucionarios,
habla muy bien del Papa, pero muy mal de la Iglesia. Se necesitan
cambios urgentes, cambios de fondo, estructurales. Se necesita una revolución,
y no hay mejor modelo de revolucionario que el propio Jesús. Me entusiasma
escuchar al Papa decir “hagan lío”, pero hay tantas interpretaciones diversas
que no sé si los frutos serán los que yo espero. Y quizás no tengan que serlo,
porque no descarto que el equivocado sea yo. Eso también lo tengo claro.
“Confieso” que
me emociona ver al Papa hacer muchos gestos, decir cosas provocativas, y lo que
más me conmueve es que otros vean que se puede hacer algo diferente. Me pasa
algo similar a lo que siento por San Lorenzo: sé que el fútbol es un negocio,
manejado por intereses espurios, pero no dejo de ver los partidos, festejar los
goles, y mi humor no es el mismo si ganamos o perdemos. Y siempre me esperanzo
en ganar el campeonato. En ambos casos…
Escribió
Loisy, con maravillosa ironía, que Jesús vino a anunciar el Reino pero le salió
la Iglesia. Frase
tan provocativa como las que lanzaba Jesús en su época, y en línea con lo que
pusieron en su boca los evangelistas al referirse a los fariseos. Hay que
volver al sentido de la praxis de Jesús. La ley está hecha para el hombre y no
al revés. La letra mata, pero el espíritu vivifica. Jesús fue un provocador, un
revolucionario. Vino a anunciar el Reino, a vivirlo, hasta el final. Por eso
causaba escándalo. Y si la
Iglesia obstruye o demora la construcción del Reino, lo que
falla es la Iglesia.
Creo en ese
Dios que “derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes, que colmó de bienes a los hambrientos y
despidió a los ricos con las manos vacías” (Lc 1, 52-53). Creo en el Jesús
que fue enviado a “llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4, 18-19). El mismo
que dijo “¡Felices ustedes, los pobres,
porque el Reino de Dios les pertenece!... Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque
ya tienen su consuelo!” (Lc 6, 20-24). “Felices
los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los
misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el
corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque
serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la
justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos” (Mt 5,
6-10).
Porque al final, como decía San Juan de la Cruz, seremos examinados en
el amor. San Agustín lo expresaba de una manera muy linda: “amá y hacé lo que quieras… hagas lo que
hagas, hacelo por amor”. Y escucharemos esa Voz que nos diga “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en
herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque
tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber;
estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me
visitaron; preso, y me vinieron a ver”. Los justos le responderán: “Señor,
¿cuándo te vimos habriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te
vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”. Y el Rey les responderá: “Les
aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo
hicieron conmigo”. (Mt 25, 34-40)
1 comentario:
Comparto un texto de Leonardo Boff en esta linea: "La tradición de Jesús versus la religión cristiana" (18/10/2013) http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=595
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