Querida
Comunidad Educativa:
Todos
ustedes saben que todos los 11 de septiembre celebramos el Día
del Maestro,
conmemorando el fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento. Y
en general, en
estos actos, se suele hablar de su figura, y de todo lo bueno
que hizo por la
educación.
Personalmente
estaba tentado de hablar, también, de su mirada hostil sobre
lo que él llamaba
“la barbarie”: los indios, los gauchos… los excluidos del
sistema.
Sin
embargo, y más allá de invitarlos a investigar sobre las luces
y sombras de
Sarmiento, preferí hablar directamente sobre la educación, y
contarles algo
breve sobre qué pienso yo que significa ser maestro o
profesor.
Cuando
decidí ser docente pensaba que estaba llamado a dejar huellas
en mis alumnos. A
marcar, con esa presencia ausente, sus vidas. Y quizás haya
algo de eso. Luego
aprendí que ser docente también tiene algo de faro, de guía
que ilumina a otros
para llegar a buen puerto. Y, como el faro, tiene un final
cuando la misión se
cumple.
Pero
“huellas” y “faros” eran imágenes incompletas. Inmediatamente
la vida, la
realidad, me hizo descubrir que es un ida y vuelta. Les puedo
asegurar, y uds.
lo deben saber bien, que los profes, después de haber tenido
la dicha de tenerlos
como alumnos, ya no son los mismos. Y no somos los mismos,
principalmente,
porque somos más felices.
Los
profes, los directivos, queremos de corazón que sigan
estudiando, se reciban, puedan
trabajar, formar una familia, que respondan a ese llamado
profundo que tienen, que
luchen por sus sueños… pero nunca lo hagan buscando el éxito o
el aplauso de
los demás. Háganlo porque están convencidos, porque vale la
pena y, ahí sí,
juéguense hasta el final por eso.
Los
educamos, o al menos eso intentamos, para que crean en sus
sueños, sin
necesidad de ir a la tele a cantar o a bailar. Queremos que
sigan siendo auténticos,
coherentes, alegres. Que sigan con ese empuje, esas ganas, esa
fuerza que hoy
tienen. Que sigan adelante, siempre sigan. Sepan que, como
cantaba la
Bersuit, “no hay fracaso más
rotundo, que haberse
venido al mundo, pa´ morirse y nada más”. Ustedes están
llamados para hacer
grandes cosas: atiendan el llamado y respondan. Entonces, y
sólo entonces,
sabremos que nuestra vocación cobra sentido.
Muchas
gracias.
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