martes, 11 de septiembre de 2012

Día del Maestro - Discurso

Querida Comunidad Educativa:
Todos ustedes saben que todos los 11 de septiembre celebramos el Día del Maestro, conmemorando el fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento. Y en general, en estos actos, se suele hablar de su figura, y de todo lo bueno que hizo por la educación.
Personalmente estaba tentado de hablar, también, de su mirada hostil sobre lo que él llamaba “la barbarie”: los indios, los gauchos… los excluidos del sistema.
Sin embargo, y más allá de invitarlos a investigar sobre las luces y sombras de Sarmiento, preferí hablar directamente sobre la educación, y contarles algo breve sobre qué pienso yo que significa ser maestro o profesor.
Cuando decidí ser docente pensaba que estaba llamado a dejar huellas en mis alumnos. A marcar, con esa presencia ausente, sus vidas. Y quizás haya algo de eso. Luego aprendí que ser docente también tiene algo de faro, de guía que ilumina a otros para llegar a buen puerto. Y, como el faro, tiene un final cuando la misión se cumple.
Pero “huellas” y “faros” eran imágenes incompletas. Inmediatamente la vida, la realidad, me hizo descubrir que es un ida y vuelta. Les puedo asegurar, y uds. lo deben saber bien, que los profes, después de haber tenido la dicha de tenerlos como alumnos, ya no son los mismos. Y no somos los mismos, principalmente, porque somos más felices.
Los profes, los directivos, queremos de corazón que sigan estudiando, se reciban, puedan trabajar, formar una familia, que respondan a ese llamado profundo que tienen, que luchen por sus sueños… pero nunca lo hagan buscando el éxito o el aplauso de los demás. Háganlo porque están convencidos, porque vale la pena y, ahí sí, juéguense hasta el final por eso.
Los educamos, o al menos eso intentamos, para que crean en sus sueños, sin necesidad de ir a la tele a cantar o a bailar. Queremos que sigan siendo auténticos, coherentes, alegres. Que sigan con ese empuje, esas ganas, esa fuerza que hoy tienen. Que sigan adelante, siempre sigan. Sepan que, como cantaba la Bersuit, “no hay fracaso más rotundo, que haberse venido al mundo, pa´ morirse y nada más”. Ustedes están llamados para hacer grandes cosas: atiendan el llamado y respondan. Entonces, y sólo entonces, sabremos que nuestra vocación cobra sentido.
Muchas gracias.

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