En mi primera mañana de vacaciones pude disfrutar del desayuno con lectura de diarios incluida, algo que me gusta hacer pero el frenético ritmo de nuestra Ciudad, con sus rutinas escolares y laborales, no me permite realizar muy seguido. Mi lectura de diarios se da a lo largo del día, en versión digital, y pispeando cuatro o cinco diferentes a la vez.
Suelo desayunar mate, pero hoy estaba tomando un café con leche, ingiriendo una medialuna, en familia, y mientras pasaba las hojas en papel de “El Gran Daño Argentino”, una noticia me llamó la atención: “Samoa saltea un día y estrenará el 2012”. Ese simple recuadro en la parte inferior de la página disparó una serie de reflexiones de las que viene a dar cuenta, en parte, este simple escrito.
Lo primero que me pasó fue recordar el magistral cuento de Leo Masliah, llamado “Santa Bernardina del Monte”. Siempre me gustó ese relato de aquellos habitantes que, obedientes a la autoridad, vivieron retrasando la hora tres días consecutivos, en unos aparentes eternos sesenta minutos. Pero dejaré esta reflexión para el final, luego de puntear las otras irrupciones impertinentes.
Samoa, aplicando aquella frase evangélica que reza “los últimos serán los primeros”, pasó de ser el último país en ingresar al 2012, a ser el primero. Pero, se preguntaría un niño (o una niña), ¿el año no cambia al mismo tiempo para todos?. ¿Por qué algunos llegan antes y otros después?. ¿Quién lo decide?. ¿Por qué?. ¿En base a qué criterio?. Y otras inquisiciones molestas que nadie se pone a pensar muy seriamente, especialmente cuando los canales de noticias nos van pasando los fuegos artificiales en cada país, en vivo, al ser las cero horas, en horarios distintos (para nosotros).
El artículo dice que “Samoa había establecido su huso horario por intereses comerciales con EE.UU. y Europa. Pero aquel criterio ya no le sirve”. Lo raro, o no, es que el nuevo cambio también se debe a intereses comerciales, pero ahora con socios de la región. Siempre manda el Mercado. “Es la economía, estúpido” diría algún ex mandatario mamado (no borracho). Pero si antes falló, ¿qué garantiza que ahora se esté en lo correcto?.
Es interesante, como casi siempre, cotejar titulares en distintos medios, nacionales e internacionales. En general, al referirse a este hecho, suelen utilizar los siguientes verbos: adelantar, saltear, cambiar, retirar, borrar, eliminar, sacrificar, robar, haciendo referencia al día del calendario. Algunos se pusieron más metafísicos y afirmaron: “En Samoa el día de hoy no existe: Suprimieron el 30 de diciembre” o “El 30 de diciembre no existió en Samoa”. También hubo adeptos a la ciencia ficción que hicieron referencia a “viajar en el tiempo”, aunque es lo que suelen hacer aquellos viajantes que atraviesan el planeta en avión. Por último, no podemos dejar de nombrar el titular, a mi entender, más poético: “Samoa da un brinco al futuro: cambia la fecha”.
Hacia el final de la nota del Diario Corneta, como brillante cierre, se lee: “La comunidad adventista de la isla protestó: “Dios no reconocerá nuestro derecho arbitrario de eliminar un día del calendario””. Y esa palabrita, “arbitrario”, da justo en el clavo de lo que a mí me llevó a compartir estos pensamientos. Dios y su interés por el calendario exceden los objetivos de este breve escrito.
¿Hubo o no, en Samoa, un día viernes 30/12/2011?. El que nació un 30/12, ¿cumplió un año más o no?. En el caso de un contrato, o similares, ¿qué pasó con aquello que finalizaba el 30/12/2011?. ¿Y se cuenta ese día en caso de finalizar después?. Los novios, ¿deberán contar ese día al decir cuánto tiempo llevan enamorados?. Y así…
De la misma manera podemos preguntarnos si, en Santa Bernardina del Monte, pasaron tres días o solamente una hora. Podríamos citar a Bergson, y diferenciar la duración, que es el tiempo real de la conciencia, tal como lo experimentamos profundamente por medio de la intuición, del tiempo espacializado de las ciencias físicas. Sin embargo, mi reflexión pretende ir más allá de la pregunta por la temporalidad. ¿Qué estamos diciendo cuando decimos lo que decimos?.
Sucede que, al decir de Cassirer, no vivimos meramente en un universo físico sino que habitamos, poéticamente apuntaría Heiddeger a través de Hölderlin, un universo simbólico. El calendario es una convención aceptada por una sociedad, es decir, una posibilidad, entre tantísimas otras, decidida e impuesta arbitrariamente. Y lo que se impuso de manera arbitraria, se puede cambiar de la misma manera. ¿Y quién otro puede imponer arbitrariamente sino aquel que ejerce el poder?. Y, una vez más, es el poder económico disfrazado de político que opera en lo simbólico…
Todo este escrito es justificado, solamente, por la presencia del párrafo precedente. O más aún, generé todo este texto solamente para poder escribir el párrafo señalado, que dice mucho, aunque en pocas palabras. Y me despido deseándole un feliz año a todos los samoanos, haciéndolo extensivo a los demás mortales que iremos brindando acto seguido…
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1 comentario:
Genial, Javi. Profundo y directo a la vez. Una ineludible reflexión sobre el ejercicio arbitrario del poder político, operado en las sombras por el poder económico.
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