Mamerto Menapace es
de las personas más importantes en mi vida. Y digo “es” porque sigue (y
seguirá) siéndolo. También entiendo que es un comienzo fuerte para este texto,
pero es realmente así. Soy quien soy, en una parte importante, gracias a él. Por
eso es tanto lo que tengo para decir, lo que quiero escribir, y ya sé que me
voy a quedar corto.
Lo vi por primera vez
a mediados de los ´80, durante unas vacaciones familiares en San Clemente, hace
40 años. Yo todavía no había cumplido 6, por lo que la mayoría de mis recuerdos
de aquel encuentro vienen de relatos de mis viejos. Pero tengo grabado a fuego
en mi corazón que supe, desde aquella vez, confirmado una y cada vez que volví
a verlo, escucharlo o leerlo, que Mamerto Menapace era un hombre de Dios.
De ahí en más, fui a
verlo varias veces con mis viejos a charlas en colegios, parroquias y hasta
teatros. Lo escuchaba en casets (sí, de audio). Lo leía en sus libros,
muchísimo (creo tenerlos todos, y varios dedicados de puño y letra). Fui a
verlo al Monasterio algunas veces, varias, y tuve charlas mano a mano que no
olvidaré jamás. Y también tenía la costumbre de intercambiar mails; el primero
hace más de 20 años y el último hace menos de dos semanas.
Bastante seguido me
encuentro citándolo, o recomendando un texto suyo, y los que me conocen pueden
dar fe de eso. Es que sus palabras me fueron formando desde pibe, y me
acompañaron a medida que fui creciendo, especialmente en el momento más duro y
difícil de mi vida. En algún momento, armé un archivo con citas… y se hizo tan
extenso, que lo dejé inconcluso. Podría retomarlo. Mientras, les dejo algunos
enlaces por el blog, por si gustan profundizar.
Para ir cerrando, una
última compartida. Hace más de veinte años recibí el primer mail de Mamerto,
respondiendo a unos textos que le había dejado. Allí me aconsejó que
escribiera, que volcara para afuera, pero que hiciera como hace la oveja: ella
saca lana para no intoxicarse, como una necesidad vital. Después hay un segundo
momento en que uno esquila. Luego, ya viene el oficio: te hacés un poncho, un
lindo tejido. “Ser escritor es un oficio, pero escribir de adentro es una
vocación”, me dijo. Muchos años después, en 2018, volvió a decirme lo mismo. Y
le hice caso. Hoy estoy publicando mi primera novela, y tengo el honor de que
Mamerto me haya regalado el prólogo. Lo escribió en abril, y allí anticipaba
que estaba preparándose para su primavera. Hace poco, a fines de mayo, me
felicitó porque el libro estaba pronto a salir. Le respondí citando los
agradecimientos que figuran en la obra, y que aquí les copio: “A Mamerto Menapace, porque sus
palabras dieron título a esta obra, inspiraron algunas ideas y, además, porque
me regaló el lujo de prologarla”. Y también le hice una promesa que ya no podré
cumplir: entregarle mi libro en mano.
Estoy llegando al final de este texto, incompleto, y me quedo con gusto a poco; pero es lo que pude hoy, lo que me salió. Por eso, pese a todo lo que me hubiese gustado agregar, vaya este pequeño y humilde homenaje, para este gran hombre de Dios.
10 videos:
https://www.instagram.com/p/CKwWcGGBQPcyKdf1IgzxLT9rH1-ol9sMC8QtXI0/
20 fotos en instagram:
Los Toldos 2021:
https://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2021/02/aqui-estoy-senor-los-toldos-enero-2021.html
Sufrir pasa:
https://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2021/02/sufrir-pasa.html
Amar y sufrir I:
https://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2018/12/amar-y-sufrir-mamerto-menapace.html
Amar y sufrir II:
https://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2018/10/el-que-se-arriesga-amar-se-compromete.html
Las exigencias del amor:
https://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2019/09/las-exigencias-del-amor.html
Sabiendo que iba camino a su Cruz
https://diariodealguienqueespera.blogspot.com/2022/11/sabiendo-que-iba-camino-su-cruz.html
Cromañón:
https://javiergiangreco.blogspot.com/2024/12/cromanon.html
Anexo:
Una semblanza que
escribí sobre Mamerto, y nunca llegó a publicarse…
Mamerto Menapace, un monje escritor de poncho y mate
“Soy Mamerto, pero no ejerzo”. Debe ser su presentación más utilizada, más escuchada. Por eso nos pareció la mejor manera de iniciar esta semblanza de su persona. Con ese toque de humor campechano que suele arrimar al fogón de los que venimos leyéndolo o escuchándolo desde hace tiempo.
Nacido un 24 de enero
de 1942 en Malabrigo, provincia de Santa Fe, fue el noveno de trece hermanos. A
los 10 años ingresó al Monasterio Benedictino Santa María de Los Toldos, donde
pasó la mayor parte de su vida. Maestro, monje, sacerdote y escritor, Mamerto
Menapace es reconocido como una de las personas más importantes de la Iglesia
Católica Argentina durante el siglo XX.
Todos sus libros son
publicados exclusivamente por la Editorial Patria Grande desde 1976 hasta la
fecha, con más de 40 títulos en su haber. Recibió el Diploma al Mérito a las
Letras por parte de la Fundación KONEX en la categoría Literatura Infantil y
Juvenil Argentina, en 1994. Al año siguiente fue galardonado con el premio
"Faja de Honor Padre Leonardo Castellani", en el primer certamen
literario nacional del libro católico.
¿Quién no recuerda
haber leído sus cuentos en “Madera verde” o “Cuentos rodados”? ¿Quién no
aprendió más de la Biblia con “Un Dios rico de tiempo” o “Las exigencias del
amor”? ¿Quién no rezó mejor la cuaresma con “Sufrir pasa” o el adviento con
“Esperando el sol”? ¿Quién no revisó su vida de pareja y de familia con “El
amor es cosa seria”? ¿Quién no regaló “El paso y la espera” a un ser querido
que atravesaba un duelo? Y así podríamos ir viendo cómo los libros de Mamerto
nos estuvieron acompañando en cada paso de nuestra vida.
Además de su ser escritor, participó como animador y co-conductor en diferentes encuentros artísticos solidarios con Luis Landriscina, René Favaloro y Julián Zini. Recorrió colegios y parroquias dando charlas para personas de todas las edades. Y su presencia en el Monasterio sigue siendo una referencia para una gran cantidad de personas que buscan sus palabras, escuchar un consejo, y recibir su cercano acompañamiento espiritual. Es que, al final de cuentas, sigue siendo un monje y sacerdote, campechano, de poncho y mate, que anunció el Evangelio –inculturado- con amor y humor. Preparate el mate, que ya volveremos a encontrarnos.