martes, 22 de julio de 2014

Un día en la vida de un adolescente…

Agustín se levanta, se asea, se viste, y se va a la escuela. Llega justo para el sonido del timbre que indica que es el momento de formar. Todavía con sueño, casi como un zombie, se dirige al lugar donde forma su curso todos los días. Una detrás del otro, casi se amontonan, hacen silencio, escuchan Aurora mientras izan la bandera, palabras del rector. Casi todo le suena igual.
            En el mismo estado de somnolencia se encamina hacia su aula. Llega, se acomoda, se sienta. Entra el preceptor, se para, lo saluda, escucha tomar lista. Entra la profesora, se para, saluda, se sienta, y sigue en silencio.
            Con el pasar del tiempo se va despabilando. Quiere conversar con algún compañero, pero la docente lo reprende. Intenta escuchar. Se aburre. Saca el celular. Le llaman la atención nuevamente, y lo esconde. Lo sigue usando, pero de manera disimulada. La docente no puede darse cuenta ya que son más de treinta en el aula. Y no es el único que se aburre. No es el único que ya no escucha. No es el único que quiere hablar con sus compañeros. No es el único que usa el celular.
            Y así pasa toda la mañana. Cada tanto hay un recreo que apenas le permite ir al baño, estirar las piernas y comprar algo para comer o tomar. Con suerte.
Toca el último timbre de la jornada: hora de ir a casa. En realidad, hora de salir. Se queda un rato dando vueltas, con sus compañeros. No tiene apuro por ir a su casa. No suele haber gente en su casa a esa hora. Y si la hay, nadie lo espera. No tiene ganas de estudiar ni de hacer tarea. Pero finalmente llega a su casa.
            Agustín está sentado frente a su netbook. Está en Facebook, chateando con varios amigos, mientras sube unas fotos. Una compañera le manda un mensaje por whatsapp, avisándole que acaba de postear el link de un video que va a gustarle. Presiona el enlace y es transportado directamente a YouTube para verlo. Es un videoclip de su banda favorita. Sube el volumen. Le gusta una frase de la canción. Googlea la letra para releerla. Y finalmente tuitea: “A leer cuanto se pueda y a escribir que ese sea el ocio, que para el sistema cada ignorante es negocio”.
            Con algunos matices, más o menos, peor o mejor, algo de esto pasa todos los días en la vida de la gran mayoría de los adolescentes. Y ya no podemos seguir mirando para otro lado…

http://repensandoeducacion.blogspot.com.ar/2014/07/un-dia-en-la-vida-de-un-adolescente.html

jueves, 17 de julio de 2014

Messi

Messi. Siempre lo banqué a Messi.  Especialmente en los tiempos de “allá juega el doble” o “no se sabe el himno”. Suelo ser anti de los anti, especialmente cuando creo tener motivos para serlo.
Messi no es Maradona. Y al Diego lo banco. Más que a Lio. Messi no es el héroe trágico. No es peronista, no es Pueblo. No declara con títulos impactantes. No tiene carisma.
Messi del 2014 no fue Maradona del 86. No ganó el Mundial. No le hizo un gol con la mano, la “mano de D10S”, a los ingleses. No hizo el mejor gol de la historia. Aclaro que el Maradona del 86 que nos construimos tampoco es el Maradona del 86. Pero Messi no llegó a ser ninguno de los dos.
Si uno pudiera ver fríamente, analizar, la final del 86, la final del 90 y la final del 2014, no sé cuánto podría hablar mejor de Maradona que de Messi. El Diego jugó en el 86 con 25 y en el 90 con 29, mientras que Lio la jugó con 27. Maradona llegó físicamente impecable al 86, mientras que Messi llegó sin recuperarse del todo, y un tanto fundido. Y así y todo, Maradona no hizo mucho más que Messi en las finales.
El sistema táctico de Sabella, los cambios conservadores, le dieron solidez defensiva, pero le jugaron en contra a Messi. Quedó muy marcado (estamos hablando de 4 o 5 rodeándolo), sin descarga, sin pase, sin ayuda, muy solo. Higuaín hizo poco. Agüero, nada. Di María era el socio cuando estuvo bien, pero se lesionó. Gago, un desastre. Palacio, ni hablemos. Y así…
Recuerdo que en el 2002 el SuperEquipo del SuperBielsa quedó eliminado en la fase de grupos. En este mundial nos clasificó Messi solito, con 4 goles en 3 partidos, y en momentos clave (a los 90 con Irán. Impagable). En octavos juntó la marca cual Diego contra Brasil en el 90, y habilitó a Di María a poco del final.
Messi no es Maradona. Y nunca lo va a ser. Ni aunque salga campeón en el 2018. Eso no quita que sea el mejor jugador del mundo en la actualidad. Y es argentino.


Dolina sobre Messi y Maradona: