jueves, 1 de septiembre de 2005

Sí a la Vida II

En el artículo anterior demostramos escuetamente el comienzo de la vida humana desde la concepción. Ahora intentaremos desnudar las fallas argumentativas de los que están a favor del aborto para poder abrir un debate serio y maduro en busca de la verdad y el bien común.
Hoy pareciera que para aparentar ser progre hubiese que criticar a la Iglesia Católica. Y si bien en varias críticas tienen razón (y en varias otras no), el cuestionar a la Institución es evitar la discusión central. Si el argumento es válido no me importa quién lo dice. ¿En qué cambia que la ley de gravedad la haya descubierto Newton, Hitler, Hebe de Bonafini o la Madre Teresa?. Evitemos agredir a la Iglesia como símbolo del antiabortismo para instalar el pro-aborto. Seamos maduros en el debate. Más allá de que la Iglesia haya apoyado la dictadura o no, o que “meta los rosarios en los ovarios” o no, el tema del aborto pasa por otro lado. Esto es lo que se conoce como falacia de argumentum ad hominem. Se ataca al sujeto de la afirmación y no se discute la afirmación en sí. Igualmente sabemos que matar seres humanos no es precisamente defender sus derechos.
Una frase que se escucha a diario: “Legalizar el aborto para salvar vidas”. Si hay vida humana desde la concepción, legalizar el aborto sería matar vidas. Además, ¿por qué en vez de legalizar no buscamos evitar que se realicen? Si algo es malo moralmente no podemos legalizarlo, avalarlo, porque se da de hecho en la realidad. Tendríamos que instrumentar los medios para controlar que no existan abortos y, a la vez, evitar las causas que llevan al aborto.
Otro de los argumentos que leo: “abortar para que haya niños felices, para que no sean indeseados”. Primero que no podemos decidir en el momento de abortar qué vamos a sentir después. Además, sería decir: “lo asesino para que sea feliz”.
“Riesgo psíquico para la mujer”. Si el embarazo trae complicaciones, el aborto aún más. Está científicamente comprobado que el síndrome post-aborto deja traumas psicológicos e incluso psiquiátricos en la madre que lo realiza.
Algunos dicen: “no siente nada, no le duele, no sufre”. Si ese es el argumento, cualquier bebé, niño, adolescente, joven, adulto o anciano con anestesia total podría ser asesinado sin ningún inconveniente.
Para los que afirman que “la mujer puede decidir sobre su propio cuerpo”, lo principal sería entender que los supuestos derechos sobre el propio cuerpo de una persona no se extienden al cuerpo de otra persona. En el caso del embarazo, los derechos de la madre sobre su propio cuerpo no se extienden a los del niño no nacido. El hijo, fruto de la concepción, es un ser distinto a la madre. Tiene una carga genética única y distinta a la de ella desde el mismo momento de la concepción.
En cuanto al argumento económico no hace falta decir mucho. Suele decirse que se busca legalizar el aborto a favor de los más pobres. No me la creo. Primero que muchas veces los que menos tienen son los que más valoran la vida. Ellos viven un hijo como una bendición de Dios y no como una molestia. Además, si faltasen las condiciones indispensables para subsistir esto no da derecho a un aborto, y la responsabilidad de mejorar esas condiciones recaería sobre el Estado. Algunos dicen, irónicamente, “si no tenés plata para mantenerlo matá al más grande que gasta más”. Lo económico no puede ser nunca un argumento para matar una persona (y menos un hijo). Exijamos, antes que la legalización del aborto, la distribución equitativa de la riqueza, la igualdad de oportunidades, una vida digna para todos, y luchemos por ello.
En el próximo artículo seguiremos analizando casos más complejos como los embarazos producto de una violación y los llamados aborto eugenésico y terapéutico.