Es difícil escribir algo sobre política en estos días
sin caer en el análisis de la coyuntura electoral de resultados, ganadores,
perdedores, interpretaciones y análisis. Sin embargo, voy a intentarlo.
Hace exactamente 7 años escribía un artículo titulado
“una nueva oportunidad”. Allí decía: “si
queremos obtener resultados diferentes, ¿por qué seguimos haciendo lo mismo?”
y criticaba con dureza a “la casta”.
Esas mismas ideas son las que viene repitiendo Javier Milei en este último
tiempo, pero también las hemos escuchado en otros países y desde otras
ideologías. No es nada nuevo. (Alerta spoiler:
si leen mi texto completo van a ver que lo digo desde un posicionamiento muy distinto
y llego a conclusiones muy diferentes).
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Lo primero que
quiero decir es que conviven en mí la tristeza y la alegría, el dolor y la
esperanza.
Me duele que en nuestro querido país haya tanta
pobreza.
Me entristece saber que podemos vivir mejor y no lo
estamos haciendo.
Me duele escuchar y leer discursos de odio, de
eliminar al que piensa diferente.
Me entristece ver a pibes votar ideas que no los
representan.
Me duele que se instalen en agenda temas impensados y
totalmente ajenos a nuestro Pueblo.
Me entristece leer a gente querida decir cosas
horribles sobre los que decidimos votar a determinado candidato, o llevamos
tiempo militando y trabajando por el bien común.
Me alegra que nuestro Pueblo haya decidido que la
solución es con más comunidad y no con más individualismo, con más amor y no
con más odio.
Me da esperanza que se haya propuesto un Gobierno de
Unidad Nacional para el Desarrollo Argentino.
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El voto de los
pibes a Milei, en realidad, me genera tristeza, alegría y esperanza a la vez.
Tristeza porque todos aquellos con los que pude hablar al respecto son ex
alumnos míos. Los quiero, y me golpea saber que eligen a un tipo que plantea
barbaridades que atentan, inclusive, contra los valores que ellos mismos
defienden y viven. Es que, como terminan diciendo ellos mismos, no son
libertarios ni anarcocapitalistas… y eso me alegra. También me contagia alegría
saber que su voto tiene que ver con un mensaje claro: nos indigna la
corrupción, buscamos autenticidad, libertad y deseamos que las cosas mejoren. Y
somos la gran mayoría que acordamos con esas cuatro cosas, más allá del
candidato al que hayamos votado. (Ya habrá tiempo para ver que la corrupción no
pertenece a un solo espacio ni solo a la política, que ser auténtico no significa
decir cualquier cosa ni alcanza con serlo, que el concepto de libertad es mucho
más que hacer lo que se me cante, y que el cambio muchas veces puede ser para
peor, lamentablemente). Que se involucren y participen siempre es bueno, y eso
me da esperanza también. Como dijeron Pedro Rosemblat y Tomás Rebord esta
semana: si siguen por ese camino, van a terminar siendo peronistas (o se van a
dar cuenta de que siempre lo fueron).
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Me preocupa muchísimo
que en esta campaña electoral se hayan instalados ciertos temas que jamás
pensé tener que debatir: venta de órganos, mercado legal de compra de bebés,
libre portación de armas, pornografía para dar ESI, libre contaminación de
ríos, privatización de ballenas, romper relaciones con el Vaticano, libertad
para morirse de hambre, poder renunciar a la paternidad, entre tantas otras
barbaridades. Como dijo Bertolt Brecht: “¿qué
tiempos son estos que tenemos que defender lo obvio?” Negar la cantidad de
desaparecidos o justificar la dictadura nos pareció de lo menos polémico,
imaginen. Hasta cuestionar la educación pública, la salud pública o el
transporte público no hicieron tanto ruido en este contexto. Que un candidato
hable con su perro muerto, o lo haya clonado para tener “perrhijos”, o que diga
que el Uno le dio la misión de ser presidente, o que se lo vea claramente
desquiciado y desequilibrado (gritando insultos con un grado de violencia pocas
veces visto en esos ámbitos), o que deje entrever que tiene un vínculo
incestuoso con su hermana, casi fue quedando en anécdotas. Como candidato a
presidente dice desconocer el precio del kilo de carne (“no hago las compras”,
se justificó), del boleto del bondi o de la jubilación mínima. Que el blindaje
mediático haya impedido a la gran mayoría conocer la trama oculta de corrupción
y poder que lo llevó a instalarse en los medios y presentarse a elecciones no
es novedoso, pero sí peligroso (ha pasado con otras fuerzas políticas también).
Consejo: lean “El loco” de Juan Luis González.
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Me interesa
que podamos pensar también más allá de la coyuntura, y por eso quiero dejar
planteados algunos temas de filosofía política. Hay conceptos que
irrumpieron con fuerza en estos meses y es necesario revisar: Individualismo,
Casta, Libertad y Estado (los pongo todos en mayúscula, para no discriminar
:p).
No voy a extenderme hablando de Aristóteles, Hobbes, Rousseau
u otros pensadores, ni precisar conceptos de manera muy técnica o teórica. Si
desean ampliar o profundizar, pueden escribirme o investigar por su cuenta.
Sí voy a decir que nuestro Pueblo no es liberal, ni
libertario, ni capitalista, ni anarcocapitalista, ni estatista/estatalista, ni
socialista, ni comunista. La gran mayoría valoramos la vida, la familia, el
compartir en comunidad, y sabemos que para que haya verdadera libertad
necesitamos justicia social y fraternidad. Creemos en valores como la
solidaridad, la generosidad, la empatía. Pedimos un Estado presente e
inteligente. Amamos a nuestro país. Rechazamos la violencia, y estamos
convencidos de que el amor vence al odio. Queremos vivir en paz con el otro, y
no contra el otro. Nos sabemos una patria de hermanas y hermanos.
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Me gusta ser sincero, auténtico y coherente. Por eso
voy a explicitar desde dónde hablo, porque me parece un gesto de respeto y
lealtad hacia vos, lector.
Mi formación política es en la Doctrina Social de la
Iglesia y sus principios: Dignidad de la Persona Humana, Bien Común, Destino
Universal de los Bienes, Subsidiariedad, Participación y Solidaridad. De ahí,
llegué a la Doctrina Justicialista (que se inspira en la DSI, según dijo el
mismo Perón varias veces; o como diría Evita: “es la fe popular hecha un partido”). En última instancia, es la
dimensión social del Evangelio de Jesús (que no puede separarse de su
predicación, de su praxis, de sus palabras, gestos y hechos).
Ni yanquis ni marxistas. Ni capitalismo ni comunismo.
Ni individualismo ni colectivismo.
Tercera posición. Humanismo Cristiano. Comunidad
Organizada. Peronismo.
Una Nación Socialmente Justa, Económicamente
Libre y Políticamente Soberana.
Un Movimiento Nacional y Popular,
que milita la Unidad de la Patria Grande, para llegar a todos los Pueblos del
Mundo.
San Martín, Rosas, Perón y Evita.
Y hoy me veo fielmente representado por el Magisterio
Social del Papa Francisco como profeta de la dignidad humana, en su crítica a
la tiranía del paradigma tecnocrático, que frente a la cultura del descarte
propone la fraternidad y la amistad social, respondiendo al clamor de la tierra
y de los pobres, tendiendo puentes, trabajando por la unidad desde una cultura
del encuentro, y promoviendo un desarrollo humano integral con tierra, techo y
trabajo para todas y todos.
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Para finalizar, quiero
dejar un mensaje a las pibas y pibes que están enojados con los políticos y
quieren un cambio. Primero, celebrar esa sana rebeldía que no se resigna a
que las cosas estén mal. Pero, a la vez, pedirles que no se dejen arrastrar a
la antipolítica, porque eso quieren los malos políticos (la única casta
política, que no es la única casta). Ellos no quieren que los “buenos”
-permítanme este término- nos metamos, para quedarse siempre los mismos. No alcanza
con ir a votar cada tanto, hay que participar. No es fácil, pero vale la pena.
Hay de todo en todos lados, pero les aseguro que se puede ser joven, honesto,
buscar el bien común, militar y hacer política. ¡No se dejen robar la
esperanza! ¡No tengan miedo! No podemos construir un futuro diferente, con
gente indiferente. ¡Ánimo!
Ya lo dijo, y muy bien, el compañero Leopoldo Marechal: "¿Cómo salir de la noche doliente?... En su noche toda mañana estriba: de todo laberinto se sale por arriba".