Hoy es, para los cristianos, la Fiesta de la Epifanía que, etimológicamente, significa "manifestación". Es la fiesta del mostrarse, del darse a conocer de Dios a todas y todos. Es una fiesta litúrgica más antigua que la Navidad y, de hecho, en algunos lugares celebran el Nacimiento de Jesús los 6 de enero.
Se lee el Evangelio de Mt 2, 1-12; siempre el mismo texto ya que es el único evangelista que lo relata. De aquí en más iré citando algunos fragmentos de los escritos que aparecen linkeados al final por lo que, se los sugiero, es mejor ir directamente a esos escritos...
"Lo primero
que debemos tener en cuenta es que San Mateo no dice que los Reyes
Magos fueran ni tres, ni Reyes, ni Magos...
Pero ¿es posible
que el episodio de los Magos sea verídico, y que estos personajes se
presentaran realmente en Belén cuando nació Jesús? Si analizamos
el relato a la luz de la historia, más bien parecería que no...
¿Por qué,
entonces, Mateo lo incluyó entre los sucesos de la infancia de
Jesús? Para responder a esto, debemos tener presente que San Mateo
compuso su Evangelio para una comunidad cristiana de origen judío,
es decir, que tenía una formación y una cultura judías. Y sabía
que los judíos tenían una gran estima por los grandes personajes
del Antiguo Testamento. Ahora bien, Mateo no conocía demasiados
detalles de la infancia de Jesús. Sí conocía al Jesús adulto,
pero no al Jesús niño. Entonces decidió contar los distintos
episodios de la infancia del Señor basándose en la vida de los
personajes del Antiguo Testamento...
Es posible, pues,
que el relato de los Magos, así como está contado en el Evangelio
de Mateo, no haya sucedido realmente. Que no se trate de un hecho
estrictamente histórico, sino que haya sido creado por San Mateo,
teniendo como base la narración de la visita de la reina de Saba a
Salomón. Este modo de contar la biografía de alguien era muy común
entre los teólogos judíos de aquel tiempo, que más que una
precisión histórica, buscaban siempre transmitir una enseñanza o
un mensaje.
Y por supuesto
que los lectores judíos, al leer el relato de los Magos, descubrían
inmediatamente lo que el autor les quería decir: que Jesús era un
nuevo y más grande Salomón, enviado por Dios a la tierra; que en
este Niño nacido en Belén residía una sabiduría y unos
conocimientos extraordinarios, como nunca los hubo antes en ningún
ser humano, ni los podrá haber después; que las cosas que este Niño
diga cuando sea grande, aunque resulten desconcertantes o
sorprendentes, pueden ser aceptadas con confianza; porque es Dios
quien habla a través de Él...
San Mateo nos
cuenta que, cuando Jesús vino al mundo, unos Magos del lejano
Oriente se enteraron de su nacimiento. No pertenecían al pueblo
judío, ni conocían al Dios verdadero, ni practicaban la auténtica
religión; sólo observaban los astros y estudiaban ciencias
secretas. Pero mediante la aparición de una estrella Dios les hizo
saber de la llegada del rey de los judíos a la tierra. También nos
dice que los Sumos Sacerdotes y Escribas judíos pudieron enterarse
del nacimiento del Mesías, pero por otro camino: descifrando las
profecías de las Sagradas Escrituras. Finalmente, también el rey
Herodes se enteró del nacimiento de Jesús, por sus asesores
políticos.
El evangelista
enseña, así, que Dios quiere hablar con todos los hombres, y que
para ello emplea el lenguaje que cada uno puede entender. A Herodes
le habló a través de sus asesores. A los Maestros de la Ley, a
través de la Biblia. Y a los Magos, a través de sus estudios
astronómicos. Dios no rechaza a nadie. No excluye a nadie de la
salvación. Ni siquiera a los Magos, que para la mentalidad judía de
entonces eran extranjeros despreciados y que vivían en medio de su
ignorancia y sus creencias supersticiosas. También a ellos les
dirigió su Palabra, y de una manera en que pudieran entender.
Hoy en día, en
que algunas categorías de personas (divorciados, matrimonios
irregulares, alcohólicos, drogadictos, enfermos de sida, madres
solteras, desvalidos), por uno u otro motivo no encuentran lugar en
la Iglesia, y hasta son excluidas en nombre del mismo Dios, los Reyes
Magos lejos de constituir una historia feliz y romántica para contar
a los niños, representan la advertencia divina de que el Sol sale
para todos; y que nadie debe quedar afuera de la salvación de Dios."
"Si la
estrella del relato no era un fenómeno celeste, entonces es un
símbolo, y por lo tanto debe tener algún significado.
Esto hace que los
autores modernos se pregunten: ¿cuál es el sentido que tiene la
estrella en el relato de Mateo?
Hoy los biblistas
sostienen que en realidad Mateo compuso este pasaje para exponer aquí
la tesis de la universalidad de la salvación. De este modo, cada
elemento de la narración simbolizaría una realidad distinta: los
magos representan a los paganos; Herodes, a los judíos; y la
estrella, la fe.
Mateo pretende,
así, explicar que Jesús, una vez nacido en Belén como un niño
judío y para salvar a los judíos, quiso brindar también al
paganismo, ya desde la cuna, la posibilidad de un encuentro, para lo
cual envía la luz de la fe (estrella), cuya misión es guiar a los
gentiles (magos) hasta el lugar donde se encuentra el salvador
(Jesús).
Pero Mateo es
consciente de que el pueblo judío es el pueblo elegido, y que tiene
un privilegio por encima de todas las demás naciones. Por ello, la
estrella (fe) no puede guiar a los magos (paganismo) directamente a
Jesús. El judaísmo conservaba su posición de privilegio, y sólo
por intermedio de ellos era posible llegar hasta el salvador. Es por
eso que en el relato la estrella no guía a los magos a Belén sino a
Jerusalén, para que sea Herodes (el judaísmo) quien los lleve hasta
Jesús. La estrella, pues, no aparece equivocándose sino cumpliendo
su cometido, llevando a los paganos a confrontar sus inquietudes con
los judíos.
Pero el judaísmo
(Herodes) rechazó a Jesús. Entonces el camino queda libre para que
los paganos puedan ir guiados por la estrella (fe) hasta el lugar
mismo donde se encuentra el salvador.
Todo privilegio
tiene su correspondiente obligación. Y el evangelista recuerda que
Israel estaba mucho más constreñido a recibir al Mesías, tenía
las luces necesarias para descubrirlo en el niño Jesús. Incluso su
nacimiento en Belén proclamaba a los cuatro vientos que el reino
mesiánico había llegado. Pero el relato de los magos nos enseña
cómo el judaísmo renuncia voluntariamente a su posición singular.
No quiere ir al encuentro del Mesías. Lo rechaza. Más aún, lo
considera un usurpador y un peligro. Y rehusando conducir al mundo
gentil hasta donde se encontraba Jesús, renuncia voluntariamente a
los privilegios que le otorgaba su situación de pueblo elegido.
Y es entonces, y
sólo entonces, cuando al paganismo se le abren las puertas para
acercarse directamente a Jesús. Ya no precisa llegar al Salvador a
través del judaísmo. El antiguo pueblo cede paso a uno nuevo.
Al narrar este
episodio de la estrella, Mateo está contando algo que en realidad
sucedió después de la resurrección de Cristo. La mayor parte de
los judíos rechazó a Jesús, a tal punto que en tiempos de Mateo
las autoridades judías eran hostiles a los cristianos, los
perseguían y encarcelaban. En cambio los paganos, es decir, los no
judíos, aceptaron la nueva fe y se volcaron en masa a las
comunidades cristianas.
Entonces Mateo,
frente a este fenómeno, hizo retroceder hasta el nacimiento de Jesús
la llegada de los paganos, y cuenta como si ya con en su nacimiento
Mesías se hubieran abierto las puertas del cristianismo a todos los
pueblos gentiles.
La estrella de
los magos en el relato de Mateo no es pues ningún fenómeno celeste
que haya aparecido realmente en el firmamento, sino el símbolo de la
luz de la fe que brilla en las tinieblas del pecado cuando el
salvador aparece en el mundo.
Mateo plasma así
una tesis nueva. Jesús, aun siendo judío y descendiente de David,
es un Mesías con fuerza para ahuyentar del mundo entero las
tinieblas del pecado, por más lejano que se encuentre el hombre, y
en el desierto que sea. Para ello éste debe cumplir un solo
requisito: dejarse guiar por la luz de la fe.
Los escribas y
sumos sacerdotes reunidos por Herodes, al escudriñar la Biblia para
averiguar sobre la estrella habrán encontrado seguramente no menos
de 465 profecías sobre el Mesías, y más de 550 alusiones a él en
las Escrituras. Y hasta le indicaron a Herodes el lugar exacto donde
podía encontrar al Salvador, al verdadero rey de los judíos. Sin
embargo ninguno se puso en movimiento.
Los magos, en
cambio, nos dejaron el ejemplo de quien está en actitud de búsqueda
ante Dios.
En nuestra vida
suelen suceder hechos cargados de sentido que reclaman nuestra
atención. Ciertamente si uno no se pone a investigar, a ver qué
quiere decirnos Dios, vive más tranquilo, no se cuestiona, no se
hace problemas. Pero no avanza, se mueve en un horizonte estrecho,
mezquino, sin dimensiones, y se priva de lo que le ofrece su
capacidad para progresar.
Los magos estaban
a la espera. Aguardaban. Y cuando apareció algo en su cielo,
comprendieron que era el signo. No dudaron. No se dejaron enredar con
falsas hipótesis. Iniciaron una larga caminata cargando el deseo de
cumplir la voluntad de Dios, y de seguir adelante pese a todos los
sacrificios que tal decisión implicaba.
En la vida hay
que seguir una estrella. Un ideal. Un proyecto de vida. Un modelo de
santidad. Esa es la estrella que brilla para nosotros en nuestro
cielo azul. Y hay que seguirla a pesar de todos los sacrificios que
impone.
Jesús nos espera
al final."
"Todos
los exegetas están de acuerdo en que no se trata de un pasaje
histórico, una crónica, sino de una narración simbólica, de un
género literario llamado por los biblistas “midrash haggádico”,
que tiene mucho que decir a los cristianos de todos los tiempos. El
relato pone de manifiesto la gran noticia: “Os ha nacido un
Salvador, el Mesías” (Le 2,11). Pero quienes fueron llamados los
primeros, los que conocían “la Ley y los Profetas”, quienes lo
esperaban desde hacía siglos “no le recibieron” (Jn 1,11). En
cambio, “a pueblos que andaban en tinieblas y en sombra de muerte
les iluminó una luz esplendorosa” (Mt 4,16). Mateo escribe el
relato de los magos a la luz de las comunidades que forman la
Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, compuesto en su gran mayoría por
cristianos venidos de la sociedad pagana. El relato, pues, más que
histórico, es teológico, simbólico, con vigencia hasta el final de
los tiempos...
La
estrella es para nosotros cada llamada del Señor a través de
diversos signos que nos invitan a la primera conversión o a superar
una etapa en la vivencia de la fe. Esa estrella puede ser una
desgracia o un fracaso que nos invita a renunciar a los ídolos y a
confiar en el que tiene palabras de vida eterna (Jn 6,68). La
estrella puede ser el testimonio de un testigo apasionado por Jesús
y su Causa, un libro inquietador, la reflexión de un creyente, la
vida vibrante de una comunidad que nos invita a partir… Todo ello
es gracia, don, signo del amor gratuito de Dios. Estas estrellas
aparecen en el firmamento de nuestra vida, no son fruto de nuestro
ingenio como las estrellas de nuestros belenes. A nosotros nos
corresponde vivir atentos y observar las “estrellas”.
Quizás
nos digamos: “Bueno, yo ya soy creyente, soy cristiano practicante,
de modo que el mensaje de este relato no tiene nada que ver
conmigo…”. La fe es un éxodo. Hay que partir muchas veces. La fe
no es algo que se tiene como una joya en un cofre; es una relación
de amistad y de comunión con el Señor y, a través de él, con el
Padre y el Espíritu. Tal relación no está nunca hecha del todo, ha
de estar en constante crecimiento.
La
vida cristiana es una llamada a superar etapas. Dios nos hace
sucesivas invitaciones a partir… La pareja que se casa, el
sacerdote que sube al altar, la religiosa que se compromete ante
Dios… saben que inician una “aventura”, pero lo hacen con
entusiasmo y fe. Luego, los roces de la vida y nuestra propia
mediocridad nos van desgastando. Aquel ideal que veíamos con tanta
claridad parece oscurecerse. Se pueden apoderar de nosotros el
cansancio y la insensibilidad. Tal vez seguimos caminando, pero la
vida se hace cada vez más dura y pesada. Ya sólo nos agarramos a
nuestro pequeño bienestar. Seguimos “tirando”, pero, en el
fondo, sabemos que algo ha muerto en nosotros. La vocación primera
parece apagarse. Es precisamente en ese momento cuando hemos de
escuchar esa “segunda ilamaüa” que puede devolver el sentido y
el gozo a nuestra vida. Precisamente los magos encarnan la figura del
hombre o de la comunidad que atisba la llamada de Dios en los signos
de los tiempos, en los hechos de su vida, en “estrellas” que
invitan a caminar. Es el “kairós”, la oportunidad que Dios nos
ofrece...
La
Palabra nos urge, pues, a preguntarnos: ¿Qué estrella o estrellas
han aparecido en mi entorno que me provocan éxodo? ¿Hacia dónde me
guía esa estrella o estrellas para entablar una nueva relación con
el Señor y un modo nuevo de ver y vivir?...
A
los magos se les ocultó la estrella. Pero no por eso emprendieron el
viaje de regreso, no por eso desistieron. Utilizaron los medios a su
alcance, siguieron buscando…
Hay
que caminar juntos porque, de vez en cuando, en la vida se oculta la
estrella, se hace de noche y el miedo se apodera del corazón. Con
compañeros al lado, la noche es menos noche. Son los días de
desconcierto en que parece que Dios se ha ausentado y se ha olvidado
de nosotros. “¡Ay del solo! Si cae no tiene quien le levante”
(Eclo 4,10). Todos los libros del Nuevo Testamento presentan a los
cristianos viviendo en comunidad, caminando juntos en estrecha
fraternidad, apoyándose en momentos de debilidad y de desconcierto
(1Ts 5,14; Ef 4,1-6; Flp 2,1-4).
La
Palabra de Dios nos recuerda con este relato la misión de ser luz,
estrellas orientadoras para los demás. Hay que partir de
que Jesucristo es un derecho de todos, es luz “para alumbrar a las
naciones” (Le 2,32). Y nosotros somos responsables de que otros
puedan gozar de ese derecho. Ya en nuestro bautismo se nos entregó
un cirio encendido en el gran cirio, símbolo de Cristo, para que
seamos luz del mundo (Mt 5,14).
Estamos
llamados a ser estrellas e iluminar con nuestro testimonio personal y
colectivo. Testimonio de palabra, desde luego, pero sobre todo de
vida. Y, juntos, testimonio de amor recíproco, de unidad, de
fraternidad, como nos señaló Jesús: “Que sean uno como tú y yo,
Padre, somos uno, para que el mundo crea que tú me has enviado”
(Jn 17,21-23). Tertuliano testifica la admiración que suscitaba el
convivir fraterno de los primeros cristianos. Los paganos, llenos de
asombro, comentaban: “¡Mirad cómo se aman!”. “Que al ver
vuestras buenas obras -señala Cristo- glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos” (Mt 5,16). El cardenal Suhard dijo
inspiradamente: Ser testigo es llevar una vida que resulte
inexplicable sin Dios.
La
Epifanía es mucho más que una fiesta folclórica e infantil. La
figura simbólica de los magos nos invita a seguir buscando a quien
ya hemos encontrado por la fe; nos invita también a proclamar con
nuestra vida, sobre todo, que Jesús es de verdad nuestro Salvador y
Liberador. Charles de Foucauld repetía enardecido: Que nuestra vida
grite el Evangelio."
"Los Hombres Sensibles, los Refutadores de Leyendas y los Reyes Magos" por Alejandro Dolina
"Sobre la Epifanía y mi Estrella" por Javier Giangreco
"Sobre la Epifanía y mi Estrella" por Javier Giangreco
(Si algún enlace está caído, avisame. Mientras, googlealo por título y autor)
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