miércoles, 21 de mayo de 2025

El Eternauta

 

Leí “El Eternauta” en enero de 2015, durante unas vacaciones de verano. Un tiempito antes, el Jefe de Gobierno Mauricio Macri lo había prohibido en las escuelas (quizás por error, quizás no). Eso me terminó de motivar para saldar aquella deuda pendiente.

Hoy, con Milei de presidente, se lanza la serie en Netflix, y elegí verla ni bien se subió a la plataforma.

Advertencia 1: voy a hablar más de la serie que del libro, a 10 años de aquella lectura.

Advertencia 2: hay spoilers.

Para empezar, vamos al corazón de la historia: nadie se salva solo. El héroe válido, escribió  Oesterheld, “es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, el héroe solo”. Nadie se salva solo. Esa misma frase que expresó Francisco como mensaje a la humanidad en plena pandemia de COVID. Frase que retomó en “Fratelli Tutti” (Todos Hermanos), y que ya había dicho en muchas oportunidades (por ejemplo, la audiencia del 15 de enero de 2014).

Noté que en varios de mis escritos vengo insistiendo en esta idea:

“Nadie se salva solo” (18/04/20)

“Tristeza, Alegría, Dolor y Esperanza” (26/10/23), resaltando el papel de la Comunidad Organizada y la Cultura del Encuentro.

“Felices y Valiosos” (13/12/24), donde expresé que “nadie es feliz solo; somos felices con otros”.

Volviendo a la serie, me encanta el derroche de argentinidad. La bandera, el truco, el mundial, las Malvinas… faltó el mate, pero quizás aparezca en la 2da temporada.

En cuanto a la banda de sonido, es otro punto alto de la serie. Destaco la diversidad de géneros musicales (incluyendo tango, folclore, cumbia y rock nacional) y lo significativo de las letras.

Hay un planteo para repensar las nuevas tecnologías; “lo viejo funciona, le dice el Tano Favalli a Juan Salvo. (¿Será también para pensar la tradición?).

En un contexto de producciones woke sobreideologizadas progres con sobrerrepresentación de ciertos estereotipos, la serie elige no dejarse presionar por esos sectores del poder y lo logra con éxito.

Otra de las gratas sorpresas fue la presencia de lo religioso. Aparecen cruces en las casas, un rosario en primer plano colgando del espejito de un auto, el Gauchito Gil y San Jorge. El capítulo 4, titulado “Credo” por la canción de la Misa Criolla, tiene la mejor secuencia de toda la serie. Una iglesia sirve de refugio, con unos scouts católicos al servicio de la comunidad, los descartados de la sociedad siendo alojados, y una monja liderando la resistencia. Se escucha la voz de Mercedes Sosa cantando “Creo en Dios”, mientras dos mártires dan su vida para salvas a los demás. También me resultó muy emotiva la “Canción del Adiós” del fogón scout (en ese contexto, como un himno a la resurrección y al reencuentro en la vida eterna). Y hacia el final, el Negro le dice a Juan Salvo: “Don, no le esquive a la fe. El dragón anda suelto”.

Cuando algo te resulta significativo, prestas más atención. Eso nos pasa con las calles, locales y hasta carteles que aparecen en la serie.

Son ejes de la historia la familia, los amigos, los vecinos, el barrio.

La brújula anda bien. Lo que se rompió es el mundo. El mundo tal y como lo conocíamos desapareció para siempre”, le dice el Tano Favalli a Juan Salvo. Y así andamos hoy. Pero frente al individualismo, se valora la comunidad. Frente el sálvese quién pueda, nos dice que nadie se salva solo. En contraposición a la crueldad, se promueve la solidaridad y el amor. El mundo está roto, pero la brújula anda bien. Reorientemos el rumbo. Estamos a tiempo.