Sobre la inmigración y el racismo
Introducción
En
un contexto internacional donde hay un creciente deseo de levantar
muros en lugar de tender puentes entre los pueblos, en un escenario
local de declaraciones racistas y xenófobas de gran parte del arco
político, replicadas hasta el hartazgo por los medios masivos de
comunicación, surge un decreto de necesidad y urgencia que endurece las
leyes de migración y de ciudadanía, salteando la discusión legislativa,
espacio apropiado para el tratamiento de un tema tan delicado.
Los
sacerdotes que vivimos en las villas, barriadas y asentamientos de GBA y
CABA (Gran Buenos Aires y Ciudad Autónoma de Buenos Aires) estamos muy
preocupados por las consecuencias discriminatorias de la medida
implementada desde el gobierno nacional, y por su consecuente
incentivación del racismo y la xenofobia en nuestro pueblo.
Rechazamos
la estigmatización del migrante, identificándolo con el delito,
responsabilizándolo del problema de la droga, la inseguridad y de todos
los aspectos negativos de la sociedad. El problema no es la inmigración,
el problema es el delito.
Advierte
el Papa Francisco que “ningún pueblo es criminal o narcotraficante o
violento. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres
pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y
de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará
su explosión”(1).
¿Cómo
llamar “igualdad de oportunidades” a una medida que deporta a un
extranjero sin condena, por el hecho de ser acusado de resistir a la
autoridad, vender en la vía pública, ejercer la prostitución o ser
protagonista de un accidente automovilístico grave? Entendemos que
aunque el objetivo de la norma fuera el de dar celeridad a la
deportación de narcotraficantes y delincuentes, en la práctica la medida
lleva a una persecución de todos los inmigrantes, que ya no podrán ni
sonreír delante de un policía por miedo a ser deportados.
¿Cómo
hablar de “igualdad de oportunidades” cuando como sociedad escuchamos a
diario el llanto de las niñas y niños, hijos de los migrantes, que en
las escuelas sufren la discriminación y la violencia cotidiana; cuando
vemos el modo en que muchos migrantes son explotados a causa de su
situación aceptando trabajos indignos?
Como sacerdotes católicos afirmamos que los posicionamientos discriminatorios son profundamente anticristianos.
Como
vecinos de las villas, barriadas y asentamientos en que vivimos somos
testigos diarios del sufrimiento causado por la xenofobia y el racismo.
Estamos convencidos de que la explotación que a menudo sufren los
migrantes es causada por los muros invisibles de la discriminación, que
nos separan de ellos como de los otros, insensibilizándonos e
instalándonos en la defensa imaginaria de un miedo que sólo se justifica
en el prejuicio.
La
Dirección Nacional de Política Criminal en Materia de Justicia y
Legislación Penal publicó en 2016 el “Sistema Nacional de Estadística
sobre ejecución de la Pena” (SNEEP) 2015. En el informe se indica que
solo el 6% de los privados de su libertad son extranjeros. Es casi la
misma proporción que la de extranjeros en la población general. Es
decir, de los casi 2.000.000 de extranjeros que habitan nuestra patria,
solo el 0,2 están privados de su libertad. ¿De dónde nace entonces la
identificación del inmigrante con el delito? ¿Cuál era la urgencia que
instaló el tema en la agenda política y mediática?
Vemos
en este momento el inmenso riesgo de profundizar la fragmentación de
nuestra patria, aniquilando nuestro sueño nacional de pueblo, y
dejándonos con los horizontes fragmentados de grupos divididos y
autorreferenciales. Esperamos que nuestros dirigentes, del espacio
político que sean, nos ayuden a mirar más lejos, a vislumbrar el
horizonte de Nación que como pueblo nos merecemos, superando la búsqueda
cortoplacista del impacto mediático y el rédito político.
Entendemos
el dolor y la impotencia de quienes sufrieron algún hecho de
inseguridad, pero queremos afirmar que una cosa es ser delincuente y
otra muy distinta es ser inmigrante, y que la relación entre ambas
situaciones solo se origina en posicionamientos públicos, políticos y
mediáticos nacionales e internacionales que calan hondo en el pueblo,
conduciéndolo a la división y el racismo.
Estamos
convencidos de que debemos recibir a los migrantes como recibiríamos al
mismo Jesús. Que en lugar de los posicionamientos discriminatorios,
xenófobos y racistas, nuestro pueblo tiene reservas morales que nos
invitan a la solidaridad y a la hospitalidad. Por eso preferimos una
legislación que no se enfoque tanto en castigos sino en tratar de
dirigir todo el potencial de los migrantes para el bien común de nuestra
Nación.
Creemos
necesario señalar que los narcotraficantes, los delincuentes de la
trata de personas, los terroristas y criminales, no ingresan por los
controles migratorios. La droga no ingresa por los controles oficiales, y
si lo hace, es con la complicidad de funcionarios que lo permiten. El
endurecimiento de las medidas migratorias no es contra los delincuentes,
sino contra la familia trabajadora.
Aproximaciones al tema desde la Sagrada Escritura, el Magisterio y la Historia Argentina
La Biblia está llena de migraciones.
A Abram, el padre de la fe, le toca vivir un momento muy difícil migrando al país de Negueb.
Migraba buscando nuevas tierras donde establecerse.
El
pueblo de Israel estuvo esclavo en Egipto, y migró por el desierto
rumbo a la tierra prometida, que estaba ocupada, viviendo la situación
traumática de tener que instalarse precariamente en los alrededores de
la ciudad. Luego, cuando el pueblo estuvo cómodamente establecido y
había perdido la memoria de sus sufrimientos pasados, Dios le recuerda
su deber de solidaridad. “También ustedes amarán al extranjero, ya que
han sido extranjeros en Egipto”(2). Era necesario que Dios lo recordara
porque la comodidad adormece el corazón, y el satisfecho deja de
percibir el dolor de su hermano.
En
el Antiguo Testamento los inmigrantes constituyen, junto con los
huérfanos y las viudas, la trilogía típica del mundo de los marginados.
Una y otra vez, se recuerda el deber para con ellos. En la actualidad,
no están en una situación muy distinta.
En
sus normas de conducta, Israel tiene clara la prohibición de oprimir,
de explotar, atropellar, defraudar el derecho del migrante: "No
oprimirás al extranjero"; "No lo molestarás"; "No lo explotarás"; "No
defraudarás el derecho del emigrante"; "Maldito quien defrauda de sus
derechos al emigrante". Porque es muy fácil aprovecharse del inmigrante,
incluso hoy pareciera que queremos y buscamos su trabajo (en la
albañilería, los talleres textiles, las quintas, etc.) pero a ellos no
los queremos (3).
Ya
en el Nuevo Testamento María y José sufren la discriminación del
migrante y son rechazados en Belén, llegando incluso a improvisar el
lugar de nacimiento del niño Jesús en un establo.
Jesús,
el Señor, eleva al extranjero a signo de la acogida de su Reino y se
identifica personalmente con el inmigrante: "Fui extranjero y me
acogisteis" (Mt. 25,35). La tradición espiritual de la Iglesia recoge la
identificación, y la regla de San Benito sentencia: “El huésped es
Cristo”.
San
Pablo proclamará que la unidad es más profunda que la división: "Ya no
hay judío ni griego, ni hombre ni mujer, ni esclavo ni libre porque
todos sois uno en Cristo" (Gal. 3,28).
El
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, en
su decreto Erga Migrantis Caritas Christi del 2004, denuncia que la
globalización es del capital pero no del hombre (4).
El
tema aparece con mucha fuerza en el Papa Francisco, quien una y otra
vez llama a la hospitalidad que nace de la fe y a la memoria familiar
adormecida por la comodidad: “en la experiencia dolorosa de estos
hermanos y hermanas volvemos a ver la del niño Jesús, que en el momento
del nacimiento no encontró alojamiento y vio la luz en la gruta de
Belén”(5); “las personas de este continente no le tememos a los
extranjeros porque muchos de nosotros fuimos extranjeros. Lo digo como
hijo de inmigrantes, consciente de que muchos de ustedes también
descienden de inmigrantes”(6). “Es, en verdad, un problema del mundo.
Nadie debería verse obligado a huir de su Patria. Pero el mal es doble
cuando, frente a esas circunstancias terribles, el emigrante se ve
arrojado a las garras de los traficantes de personas para cruzar las
fronteras y es triple si al llegar a la tierra donde creyó que iba a
encontrar un futuro mejor, se lo desprecia, se lo explota e incluso se
lo esclaviza. Esto se puede ver en cualquier rincón de cientos de
ciudades.”(7)
En
nuestro país desde hace más de un siglo que el porcentaje de
inmigrantes se ha ido reduciendo poco a poco. En 1917 el 30% de los
habitantes era extranjero. Hoy apenas el 4% por ciento lo es. Sin
embargo nos presentan una realidad ficticia donde estamos “invadidos de
extranjeros”.
Desde
el punto de vista cultural e histórico, nunca hemos considerado
“extranjero” a un boliviano, a un peruano, a un uruguayo o a los
latinoamericanos en general.
¿Cómo
considerar extranjero a un boliviano si el primer Presidente de nuestro
territorio fue Cornelio Saavedra, nacido en Potosí, titular de la
Primera Junta en 1810?
¿Cómo
considerar extranjero a un peruano, si Ignacio Álvarez Thomas, nacido
en Arequipa, fue Director Supremo de las Provincias Unidas del Rio de
la Plata, cargo equivalente a Presidente de la Nación?
¿Cómo considerar extranjero a un paraguayo, si fue Asunción la fundadora de Buenos Aires?
¿Cómo
despreciar a los inmigrantes si históricamente muchos argentinos han
debido emigrar por motivos políticos, laborales y de otra índole?
¿No fue José de San Martín el Libertador de Sudamérica?
En
nuestra declaración del año 2007 sobre la urbanización de los barrios
obreros habíamos señalado que: “Valoramos la cultura que se da en la
villa, surgida del encuentro de los valores más nobles y propios del
interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana. La
cultura villera no es otra cosa que la rica cultura popular de nuestros
pueblos latinoamericanos. Es el cristianismo popular que nace de la
primera evangelización; el pueblo siempre lo vivió como propio, con
autonomía, y siempre desde su vida de cada día. Es un cristianismo no
eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores
evangélicos”.
Ya
señalábamos el aporte de los migrantes. Ellos no se llevan nada. Llegan
con sus manos llenas de experiencias, vivencias, historias y culturas
que no hacen más que enriquecernos como personas y como sociedad.
Incluso los jóvenes que vienen a estudiar nos aportan también sus
conocimientos y mantienen nuestra amistad e influencia social y
cultural. Los migrantes aportan una fuerza económica insustituible y
dignificadora: el trabajo. La construcción de nuestras casas, la ropa
que usamos, las frutas y verduras que consumimos, incluso el cuidado de
nuestros enfermos y de nuestros mayores… todo está relacionado al
trabajo de inmigrantes que nos ofrecen su cuidado y dedicación.
Que
la Virgen de Guadalupe, patrona de toda América, nos enseñe el camino
de la inclusión y la hospitalidad. Que no sea el miedo el que nos
conduzca, sino el amor a todas las personas que pisan nuestro suelo
argentino.
P. José María Di Paola: Villa La Carcova, 13 de Julio y Villa Curita. Diócesis de San Martín
P. Gustavo Carrara, P. Eduardo Casabal, P. Ignacio Bagattini: Villa 1-11-14. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Lorenzo de Vedia, P. Carlos Olivero, P. Gastón Colombres: Villa 21-24 y Zavaleta. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Guillermo Torre, P. José Luis Lozzia: Villa 31. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Domingo Rehin: Villa Lanzone, Villa Costa Esperanza. Diócesis de San Martín
P. Juan Manuel Ortiz de Rosas: San Fernando. Diócesis de San Isidro.
P. Basilicio Britez: Villa Palito. Diócesis de San Justo
P. Nicolás Angellotti: Puerta de Hierro, San Petesburgo y 17 de Marzo. Diócesis de San Justo
P. Sebastián Sury, P. Damián Reynoso: Villa 15. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Eduardo Drabble. Santuario San Cayetano. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Pedro Baya Casal, P. Adrián Bennardis: Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Juan Isasmendi, P. Joaquín Giangreco: Villa Trujuy. Diócesis Merlo-Moreno.
P. Nibaldo Leal: V. Ballester. Diócesis de San Martin.
Carlos Morena, Ángel Tissot, Mario Romanín, Alejandro León, Juan Carlos Romanín: Salesianos. Villa Itatí. Don Bosco.
P. Hernán Cruz Martín: Barrio Don Orione - Claypole. Obra Don Orione.
P. Dante Delia: Villa Borges. Diócesis de San Isidro.
P. Antonio Mario Ghisaura: Villa Tranquila. Diócesis Avellaneda-Lanús.
P. Eduardo González, Vicario general. Diócesis de San Martin.
P. Luciano Iramain, B° Los Polvorines. Diócesis de San Miguel.
P. Gustavo Carrara, P. Eduardo Casabal, P. Ignacio Bagattini: Villa 1-11-14. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Lorenzo de Vedia, P. Carlos Olivero, P. Gastón Colombres: Villa 21-24 y Zavaleta. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Guillermo Torre, P. José Luis Lozzia: Villa 31. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Domingo Rehin: Villa Lanzone, Villa Costa Esperanza. Diócesis de San Martín
P. Juan Manuel Ortiz de Rosas: San Fernando. Diócesis de San Isidro.
P. Basilicio Britez: Villa Palito. Diócesis de San Justo
P. Nicolás Angellotti: Puerta de Hierro, San Petesburgo y 17 de Marzo. Diócesis de San Justo
P. Sebastián Sury, P. Damián Reynoso: Villa 15. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Eduardo Drabble. Santuario San Cayetano. Arquidiócesis de Buenos Aires.
P. Pedro Baya Casal, P. Adrián Bennardis: Villa 3 y del Barrio Ramón Carrillo. Arquidiócesis de Buenos Aires
P. Juan Isasmendi, P. Joaquín Giangreco: Villa Trujuy. Diócesis Merlo-Moreno.
P. Nibaldo Leal: V. Ballester. Diócesis de San Martin.
Carlos Morena, Ángel Tissot, Mario Romanín, Alejandro León, Juan Carlos Romanín: Salesianos. Villa Itatí. Don Bosco.
P. Hernán Cruz Martín: Barrio Don Orione - Claypole. Obra Don Orione.
P. Dante Delia: Villa Borges. Diócesis de San Isidro.
P. Antonio Mario Ghisaura: Villa Tranquila. Diócesis Avellaneda-Lanús.
P. Eduardo González, Vicario general. Diócesis de San Martin.
P. Luciano Iramain, B° Los Polvorines. Diócesis de San Miguel.
1. Papa Francisco, mensaje a los participantes del Encuentro de los Movimientos Populares celebrado en Modesto (California), Estados Unidos entre el 16 al 19 de febrero de 2017.
2. Deuteronomio 10, 19.
3. Ex. 23,9; Lev. 19,33; Dt. 23,16; 24,17; 27,19.
4. Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. Decreto Erga Migrantis caritas Christi Nº 4.
5. Papa Francisco, 9 de diciembre 2016 con motivo de la inauguración del pesebre de la Plaza de San Pedro.
6. Papa Francisco en el Congreso de los Estados Unidos, 25 de setiembre 2015. Papa Francisco III Encuentro de los movimientos populares.