Para avanzar en este debate me parece fundamental centrarnos en un punto clave: la igualdad de oportunidades. Y remarco tanto igualdad como oportunidades.
Suele decirse que los villeros no pagan impuestos, o que reciben viviendas gratis por ocupar ilegalmente lugares que no les pertenecen. Esto genera indignación en gran parte de la población que pasó su vida trabajando y, así y todo, apenas puede pagar el alquiler sin poder progresar mucho más. Y muy posiblemente estas personas estén realizando un reclamo justo cuando plantean estas situaciones. Lo que sucede es que, según mi humilde parecer, dirigen sus críticas al sector equivocado.
Es totalmente injusto que haya personas que pasen hambre, frío, que estén desocupados (o que sean desocupados), que estén sin techo, que no tenga acceso a la salud y la educación, que sean discriminados… Esto no quita que también sea injusto que el que trabaja todo el día no pueda superarse y mejorar las condiciones de vida de su familia. Es que, en última instancia, la injusticia es estructural y propia del sistema. Por eso los parches asistencialistas más que soluciones, sólo generan nuevos conflictos.
Nadie discute que lo ideal sería que todos tengamos igualdad de oportunidades, de acceso a bienes y servicios, para luego poder avanzar en la vida en base al esfuerzo y al mérito. Pero mientras tanto, que lamentablemente parece ser a perpetuidad, debemos buscar soluciones basadas en acciones transformadoras que permitan alcanzar el bien común en un marco de justicia social, sin perder de vista el destino universal de los bienes.
Y toda propuesta no podrá soslayar el tema de la dignidad de cada persona. Por eso no sirve solamente dar de comer o regalar casas. Hay que generar condiciones que permitan que cada uno pueda ganarse el pan con el sudor de su frente y que cada uno se sienta sujeto activo de su proyecto de vida.
Por eso, quizás, la solución pase por trabajar, de una buena vez por todas, y sin tanto discurso, en una cada vez más justa distribución de la riqueza. No puede ser que cada vez sean más los que tienen menos, y que cada vez tengan menos, mientras son menos los que tiene más, y que cada vez tengan más.
Considero que, mirado desde esta óptica, la problemática tiene otros enfoques no muy explorados hasta el momento. Y esto no es un discurso del que pueda apropiarse ninguna ideología: no es de izquierda ni de derecha. Ni los que se ubican de un lado, ni los que se ubican del otro, han hecho mucho hasta ahora en este sentido. Es cierto que no pueden desconocerse ciertos vínculos de posturas económicas y las causas de estas injusticias, pero hasta ahora nadie, lamentablemente, pudo plasmar en hechos sus tan declamadas palabras.
Suele decirse que los villeros no pagan impuestos, o que reciben viviendas gratis por ocupar ilegalmente lugares que no les pertenecen. Esto genera indignación en gran parte de la población que pasó su vida trabajando y, así y todo, apenas puede pagar el alquiler sin poder progresar mucho más. Y muy posiblemente estas personas estén realizando un reclamo justo cuando plantean estas situaciones. Lo que sucede es que, según mi humilde parecer, dirigen sus críticas al sector equivocado.
Es totalmente injusto que haya personas que pasen hambre, frío, que estén desocupados (o que sean desocupados), que estén sin techo, que no tenga acceso a la salud y la educación, que sean discriminados… Esto no quita que también sea injusto que el que trabaja todo el día no pueda superarse y mejorar las condiciones de vida de su familia. Es que, en última instancia, la injusticia es estructural y propia del sistema. Por eso los parches asistencialistas más que soluciones, sólo generan nuevos conflictos.
Nadie discute que lo ideal sería que todos tengamos igualdad de oportunidades, de acceso a bienes y servicios, para luego poder avanzar en la vida en base al esfuerzo y al mérito. Pero mientras tanto, que lamentablemente parece ser a perpetuidad, debemos buscar soluciones basadas en acciones transformadoras que permitan alcanzar el bien común en un marco de justicia social, sin perder de vista el destino universal de los bienes.
Y toda propuesta no podrá soslayar el tema de la dignidad de cada persona. Por eso no sirve solamente dar de comer o regalar casas. Hay que generar condiciones que permitan que cada uno pueda ganarse el pan con el sudor de su frente y que cada uno se sienta sujeto activo de su proyecto de vida.
Por eso, quizás, la solución pase por trabajar, de una buena vez por todas, y sin tanto discurso, en una cada vez más justa distribución de la riqueza. No puede ser que cada vez sean más los que tienen menos, y que cada vez tengan menos, mientras son menos los que tiene más, y que cada vez tengan más.
Considero que, mirado desde esta óptica, la problemática tiene otros enfoques no muy explorados hasta el momento. Y esto no es un discurso del que pueda apropiarse ninguna ideología: no es de izquierda ni de derecha. Ni los que se ubican de un lado, ni los que se ubican del otro, han hecho mucho hasta ahora en este sentido. Es cierto que no pueden desconocerse ciertos vínculos de posturas económicas y las causas de estas injusticias, pero hasta ahora nadie, lamentablemente, pudo plasmar en hechos sus tan declamadas palabras.
Sobre distribución de riqueza: unos creen que la riqueza es una suma cero, lo que uno obtiene es porque se lo saca a otro. Por eso para distribuir basta con sacar y se llega a la "justicia". Otros creen que la riqueza se genera sin quitársela a otros y aún dándole nueva riqueza a otros. Para esta discusión ver "Riqueza y Pobreza" de George Gilder.
ResponderEliminar